¿Trabajo infantil o… esclavitud infantil?. Por Dr. Franco Lotito C. Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Cada 16 de abril se conmemora el “Día Internacional contra la Esclavitud Infantil”, y aunque pareciera que en pleno siglo XXI la esclavitud ya no existe y, menos aún, la esclavitud de tipo infantil, lo cierto, es que la dura realidad nos da no sólo una bofetada en la cara, sino que un puñetazo directo al mentón, por cuanto, de acuerdo con cifras documentadas, la esclavitud infantil es una realidad que afecta a más de 200 millones de niños y niñas a nivel mundial.
Esta condición de esclavitud se concreta a través de diversas formas de sometimiento: esclavitud doméstica, explotación sexual, trata infantil, matrimonios forzados, reclutamiento para convertirlos en niños-soldados, trabajo forzoso, tráfico de órganos, etc.
Ahora bien, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y otras organizaciones sin fines de lucro que luchan en contra del trabajo infantil y la esclavitud infantil –que naturalmente, es mucho peor–, definen al trabajo infantil de la siguiente manera: “Aquel tipo de trabajo que priva a los menores de su niñez, de su potencial y de su dignidad y que, además, es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.
Para sorpresa nuestra, Chile se ha convertido en un país donde el trabajo infantil pareciera haberse “normalizado”, por cuanto, en un informe publicado en la página Web de la organización “Educación 2020” se consigna que el “trabajo infantil afecta a cerca de 240.000 niños y niñas de entre 5 y 17 años”, en función de lo cual, no resulta para nada extraño ver niños en las calles limpiando autos, vendiendo flores, trabajando en los campos, ejerciendo como lustrabotas, haciendo malabares en las esquinas o siendo reclutados por delincuentes para efectuar robos, asaltos y portonazos, o bien, para convertirlos en los “soldados” armados de las bandas de narcotraficantes.
En el sitio web de El Mercurio On-Line (Emol) se consigna que sólo en el año 2016 nada menos que “340 niños chilenos sufrieron accidentes de carácter laboral” –algunos de ellos graves– en su mayoría en sectores del comercio, agricultura, hotelería y restoranes.
Peor aún: en un brutal informe de la PDI se da cuenta de –a lo menos– “1.313 niños y adolescentes que fueron abusados física y sexualmente”, quienes fallecieron en dependencias del SENAME en los últimos 12 años. Esto, bajo la tutela de gobiernos “democráticos”, lo cual, hace que la situación de muchos niños y adolescentes se convierta en algo realmente dramático.
Por lo tanto, en función de esta reprochable realidad que enfrenta nuestro país ¿deberíamos hablar de trabajo infantil o, derechamente, de esclavitud infantil encubierta?
Si bien es cierto, que en otros países de Latinoamérica –Brasil, México, Perú, Bolivia, etc.– el número de niños y adolescentes en condiciones laborales y de esclavitud es mucho más elevado que las cifras chilenas, ello no constituye excusa y/o justificación alguna para aceptar o permitir estas condiciones de vida de cientos de miles de niños y niñas, a los cuales se les ha coartado totalmente su derecho a ser protegidos y se ha conculcado su derecho a una calidad de vida acorde con el siglo XXI y de una sociedad como la nuestra, que se considera a sí misma como “desarrollada”.
No está de más decir, que con la pandemia que sufre nuestro país desde hace más de un año, el empobrecimiento de cientos de miles de familias chilenas ha incrementado el número de niños y niñas que se han visto obligados a trabajar con el exclusivo objetivo de sobrevivir.
Un solo dato que puede ser verificado muy rápidamente: el Ministerio de Educación difundió cifras que sólo pueden ser calificadas de dramáticas –o cuasi catastróficas– para el desarrollo integral de una nación, a saber, que hasta el año 2020 había más de “186 mil niños, adolescentes y jóvenes de entre 5 y 21 años que habían abandonado el sistema escolar”, en tanto que en lo que va corrido del año 2021, otros “39.498 niños y niñas habían desertado del colegio” o, simplemente, no se habían matriculado en ningún establecimiento educacional. Con estas cifras en mano, la pregunta obligatoria es una sola… ¿a dónde fueron a parar estos otros casi 230.000 niños y adolescentes?
Se sobre entiende que la pregunta que se acaba de plantear tiene un carácter retórico, ya que la respuesta es conocida: muchos de ellos trabajando con el fin de poder sobrevivir.
Digamos finalmente, que el “Día Internacional contra la Esclavitud Infantil” se instituyó el día 16 de abril de 1997 como una forma de honrar la memoria de Iqbal Masih, un niño pakistaní, quien, después de escapar del trabajo forzado al que había sido sometido y dedicarse a luchar por los derechos infantiles, fue asesinado el 16 de abril de 1995 a los 13 años.
Cuando Iqbal tenía 4 años de edad su padre se lo entregó –en realidad lo vendió– a un fabricante de alfombras, a cambio de un préstamo en dinero, que luego, a raíz de los intereses de la deuda y de otros préstamos solicitados por el padre, la deuda se hizo imposible de pagar. Durante su corta vida, Iqbal llegó a trabajar hasta 12 horas al día haciendo alfombras, hasta que escapó, para dedicarse a denunciar la situación de abuso y explotación infantil que vivían miles de niños en Pakistán.
Su activismo por los derechos infantiles y las graves denuncias que hizo ante muchos medios de comunicación molestaron a muchas personas importantes que se enriquecían en forma obscena gracias al trabajo infantil, lo que condujo a que en el año 1995, mientras Iqbal viajaba en su bicicleta, fuera asesinado de un disparo.
Sea, entonces, su memoria honrada a través de este breve artículo.
Muchas gracias por escuchar y hasta muy pronto.