2020 el año que no viví
No pude realizar mis sueños, viajar a Europa. Se cae mi viaje tan esperado y me tengo que resignar a lo que acontece con la desatada pandemia, Covid-19.
Las máximas autoridades de mi País imponen nuevas normas de cuidado y autocuidado para evitar contagios y/o lamentables pérdidas humanas causadas por este flagelo que domina a la Humanidad.
Este año 2020 me obliga a replantear mi vida. Estoy jubilado y según las normas sanitarias se decretan cuarentenas y toques de queda para todo Chile.
Resignado, pero entiendo la situación. Me tengo que encerrar en mi hogar y planificar mi nueva forma de vivir de aquí en adelante, ¿qué hare para “matar” el tiempo?
Comienza mi “encierro” y mis primeras reflexiones, estuve 45 años trabajando en un laboratorio certificador de hidrocarburos, en una rutina de turnos y ahora “encerrado” en casa sin poder salir y privado de visitar mi familia, no me puedo juntar con mis amigos y algo importante para mí, no poder visitar a mi Padre. El con 91 años de edad y con los típicos problemas de salud que están presentes en el organismo de la tercera edad.
El año 2020 transcurre sin grandes novedades para mí.
Nos volvimos monotemáticos. Gran parte de las comunicaciones despliegan una “batería informática” acerca de la pandemia, por este motivo decido restringir mi manera de informarme. Todo esto me pone nervioso y por instantes comienza a decaer mi estado de ánimo y estado emocional, ante tantas limitaciones que tengo que adoptar para este nuevo estilo de vida. Quiero dejar en claro que tomo absolutamente todos los cuidados para no contagiarme. Acato con mucha responsabilidad todo lo solicitado por las máximas autoridades de salud para el autocuidado.
Este año 2020 que no viví, no pude visitar a mi familia, a mis hijos. Tuve un distanciamiento imperativo de mis amigos, de mi Padre, ¡a mi padre!, mi viejo que no he podido dedicarle el tiempo que quiero para El. Salir a caminar, respirar aire puro, que disfrute la naturaleza. Conversar con Él y preguntarle tantas cosas lindas que le permitan sonreír. A mi padre se le olvidan las cosas, no tiene alzhéimer pero va disminuyendo su capacidad mental, vive el instante para luego olvidar. Con su “enfermedad” he aprendido a tratar a pacientes con estas limitaciones.
A mi viejo le converso cosas que El haya vivido, momentos lindos de manera que este alegre, sonría, eso lo relaja, lo tranquiliza, vuelve a hacer un niño.
A mis hijos no los he podido visitar para abrazarlos, mirarlos a sus ojos, sentir sus “olores”, servirnos alguna “cosita”. Cantar con ellos. Hacer karaoke y disfrutar en familia bellos momentos.
Isidora mi linda nieta de nueve años, que no he podido visitar, crece sin que pueda disfrutar de sus travesuras propias de su edad de las cuales soy su cómplice.
Les comento esto porque creo conveniente ponerlos en contexto que las restricciones impuestas para controlar la pandemia me han afectado y demasiado.
Llevo en mi corazón una pena en silencio que no puedo dejar que consuma mis anhelada esperanza, que siento que alcanzare a hacer realidad muy pronto y, volver a mis sueños. …
DON NATTO.