Los siete defectos que más irritan y molestan a las personas

Por Dr. Franco Lotito C.  – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

Digamos de partida, que el hecho de que nadie “sea perfecto” no representa excusa alguna ni tampoco exime a la persona para no querer cambiar esos “pequeños grandes detalles” que terminan por molestar, irritar e incomodar a las personas del entorno cercano. Ser impuntual, ser desordenado, no cumplir con la palabra empeñada, etc., son algunos defectos que pueden amargarle la vida a terceros.

Algunos dirán que no se “trata de problemas tan graves”, sin embargo, lo cierto es que estas conductas generan muchos roces en las relaciones interpersonales, sea que se trate de la propia familia, de amigos cercanos o del trabajo.

En el ámbito laboral, por ejemplo, pueden causar grandes y graves conflictos a quienes los cometen y ser, incluso, causal de despido. Revisemos, entonces, algunos de los defectos más resistidos:

  1. Impuntualidad: la primera pregunta que debe hacerse aquella persona que se sabe impuntual, es si a ella le gustaría que la dejen esperando en cada ocasión de manera inútil e irresponsable, ya sea, que se trate de una reunión de trabajo, una reunión social, un compromiso deportivo, una cita amorosa, etc. Hay que cuestionarse acerca de las causas de la impuntualidad y los atrasos, es decir, hay que averiguar cuál es el error que está cometiendo el sujeto: (a) ¿se está levantando muy tarde?, (b) ¿en qué cosas pierde el tiempo?, (c) ¿qué cosas lo están distrayendo?, etc. Una de las fórmulas que permite modificar esta mala costumbre, es disponer de un sistema de alarmas que alerten a la persona de que está incurriendo en algún atraso, de modo tal, de ir adquiriendo y desarrollando de manera automática el buen hábito de la puntualidad.
  2. Dejar todo para “mañana”: la procrastinación es uno de los defectos que los europeos y norteamericanos les atribuyen, en general, a los latinoamericanos. Una de las formas modernas más visibles de este feo defecto, es cuando las personas no contestan los correos electrónicos o llamadas telefónicas que reciben, lo cual, además, se convierte en una clara muestra de mala educación y de poca deferencia hacia aquella persona que se dio el trabajo de enviar el correo o hacer el llamado. Lo recomendable es buscar las mejores fórmulas que apunten a la metodicidad y sistematicidad en el proceder diario, y ello comienza con hacer una lista por escrito con todos los “pendientes”. Y se debe comenzar con llevar a cabo aquellas tareas menos agradables -para salir pronto de ellas- y dejar las más agradables al final, como una forma de auto recompensa. Nunca hay que sentarse a esperar que surjan de manera “espontánea” las ganas de hacer las tareas pendientes, porque ello sería tiempo perdido.
  3. Hablar demasiado: son personas que pueden ser calificadas de “logorreicas”, es decir, hablan y hablan sin cesar y, en ocasiones, sin tampoco reflexionar acerca de lo que dicen. Al principio, podrán parecer personas simpáticas, pero con el pasar del tiempo son sujetos que se transforman en una verdadera pesadilla por lo agotador que resulta la interacción con ellas. Asimismo, los comentarios que hacen, terminan siendo, a menudo, inoportunos y de mal gusto. Aquella persona que se da cuenta de que tiene este defecto, debe aprender a escuchar en lugar de hablar, y eso lo puede practicar a través de obligarse a guardar silencio en algunas conversaciones.
  4. Ser autoritario: en algunos casos, detrás de esta problemática puede haber un sujeto inseguro de sí mismo, cuyo pensamiento es: “Si no tengo el control de la situación, los otros me van a anular en cualquier instante”. En otros casos, se trata de sujetos a quienes, simplemente, les atrae –y les complace– el hecho de intimidar e infundir temor en la gente y sentirse poderosos, con resultados que pueden ser altamente disfuncionales en una organización. Para mejorar este aspecto, se sugiere a estas personas reflexionar acerca de sus actitudes y revisar por qué razón necesitan ser individuos mandones y/o matones, al mismo tiempo que evaluar cuál es la ventaja o el beneficio –si es que la hay– de ser el sujeto que “tiene y dice la última palabra”.
  5. Ser desordenado: aquellas personas que son desordenadas deben aprender a respetar los espacios comunes y llegar a acuerdos con los demás de cómo coordinarse y colaborar para mejorar el orden en un determinado espacio y evitar, de esta forma, dejar tiradas las cosas en cualquier lugar y hora, sin que les importen las molestias e incomodidades que generan en los demás.
  6. Los “quejadores profesionales”: hay personas que se quejan de todo, ya sea porque salió el sol, porque se puso helado, porque se puso a llover, porque había mucho tráfico. Se quejan de la pareja, del trabajo, del jefe, de lo que sea. Incluso están los “sujetos hipocondríacos” que se quejan de un montón de enfermedades inexistentes y que no son reales, pero que explican a los demás con todo lujo de detalles, indicando dónde, cómo y cuánto le duele la enfermedad de turno, situación que termina por desesperar al que debe escuchar las interminables y latosas quejas.
  7. La incapacidad para acabar las tareas: hay personas que van “saltando de cosa en cosa” y de proyecto en proyecto, sin nunca acabar con alguno de ellos, lo que no sólo termina por producir frustración e indignación en los demás, sino que esta condición se vuelve un gran enemigo personal, por cuanto, hace experimentar a las mismas personas el sentimiento de ser “sujetos fracasados”, inútiles e incapaces de terminar aquello que han comenzado a hacer. La fórmula ideal para superar este gran defecto, es desarrollar perseverancia, plantearse objetivos claros y precisos, proponerse metas que sean alcanzables y no tan ambiciosas, de modo tal, de evitar caer en la frustración que genera la sensación de fracaso e inutilidad personal por no haber cumplido con la meta o tarea fijada.

Digamos, finalmente, que ni siquiera se hace necesario analizar el caso de aquellas personas, cuyo gran defecto es la hipocresía, es decir, individuos que fingen tener cualidades y/o virtudes que, en realidad, no tienen y que actúan con doble estándar y/o doble moral, o bien, de aquellos sujetos que son incapaces de cumplir con sus compromisos y con la palabra empeñada, ya que en estos casos, estaríamos hablando de conductas derechamente inaceptables y que no se pueden justificar.

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