Los elevados costos de hacer enemigos en la empresa
Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
“Ten presente que el destino de todos depende de la conducta de cada uno” (Alejandro Magno, rey de Macedonia, una figura célebre y uno de los grandes conquistadores de la antigüedad).
La mayoría de las investigaciones realizadas al interior de las empresas indican que los principales reclamos de los trabajadores se deben, principalmente, a tres factores: (a) las agotadoras jornadas laborales, (b) los bajos sueldos que reciben las personas y (c) los abusos, malos tratos y actitudes discriminatorias que sufren los colaboradores por parte de su jefatura.
Este último factor, no sólo genera un pésimo clima organizacional al interior de la unidad, sección o empresa, sino que también conduce a las personas a experimentar trastornos a nivel físico, emocional y psicológico, los que se acompañan de altos niveles de ansiedad, desmotivación, frustración, impotencia y desesperación.
No obstante lo anterior, un extenso estudio realizado en Brasil en 13 empresas de dicho país con un total de “1.250 trabajadores encuestados” arrojó un nuevo y llamativo elemento de análisis, a saber, que alrededor del “20% de los entrevistados señaló, espontáneamente, tener algún tipo de problema con un compañero de trabajo”, un porcentaje que, en rigor, puede hacerse extensivo a todo tipo de empresas, ya sea del área pública o privada.
Las quejas presentadas por este 20% de trabajadores fueron de diversa naturaleza, donde algunos de ellos dijeron no soportar a su colega por: (a) la deslealtad con la que actuaba esta persona al llevarse los créditos por un trabajo realizado de manera conjunta, (b) por considerar a su vecino de escritorio extremadamente competitivo e individualista, (c) por ser un “sujeto chupamedias”, y finalmente (d) por la incapacidad para generar un espíritu de equipo. Incluso más: algunos reclamos apuntaban al hecho de cómo olía o cómo se vestía el (o la) colega de trabajo.
En este sentido, pelear en el lugar de trabajo representa una de las peores situaciones que un profesional puede enfrentar, por cuanto, la persona se ve obligada a convivir diariamente con otro sujeto al que no soporta –sea este un jefe o un colega de trabajo– dentro de espacios que, en ocasiones son reducidos y en jornadas que pueden extenderse entre ocho y diez horas –e incluso más– con un nivel de competencia sin tregua ni cuartel, relación que termina funcionando como un matrimonio fallido y que, además, no puede ser deshecho con facilidad.
De acuerdo con los expertos en esta temática, las peleas, discusiones y desencuentros con quienes se comparte el tiempo en la oficina, tienden a “profundizar la desconfianza, la rabia y frustración entre los colegas de trabajo, generando un clima laboral negativo y muy desagradable”.
En casos más extremos, los conflictos no resueltos entre colegas pueden llevar a las personas a la realización de acciones con un carácter más agresivo y/o a la generación de rumores malintencionados, situación que puede concluir con el despido de uno o de ambos actores del conflicto.
Por otra parte, en un grupo humano siempre hay individuos que provocan el rechazo del resto, ya sea porque están considerados como los “favoritos” del jefe, porque es una persona de una clase social diferente, por su aspecto, por sus capacidades, por su nivel de educación, etc.
Uno de los problemas más frecuente se da, ya sea por causa del individualismo reinante en la oficina –donde todo está permitido con tal de sobresalir–, por la falta de comunicación efectiva entre colegas –o entre los distintos niveles jerárquicos–, por la competitividad que se produce en los ambientes laborales, o bien, por la falta de colaboración entre colegas, lo que trae como consecuencia un incremento del estrés laboral, un sentimiento de agobio y una notoria baja en los niveles de productividad y motivación.
La razón es muy simple de comprender. Llegar a un lugar de trabajo que es desagradable para uno, estresa y desmotiva a las personas. A lo anterior se suma otra consecuencia: la grave descoordinación y desajuste que se produce entre los distintos empleados, ya que cuando se genera este tipo de conflictos, resulta muy difícil –cuando no imposible– poder trabajar en equipo.
La Psicología Organizacional ha establecido que cuando se inicia un conflicto entre colegas de oficina y este conflicto no es frenado a tiempo por la Jefatura y/o Gerencia superior, lo habitual es que los problemas y desencuentros tiendan a profundizarse y a volverse crónicos, alimentando aún más la desconfianza, el rechazo y la falta de comunicación entre el personal, convirtiéndose en una suerte de círculo vicioso difícil de romper.
Dado el hecho que la gente –en términos generales– no cuenta con las suficientes herramientas y conocimientos para enfrentar, manejar y resolver los conflictos interpersonales en el trabajo, las personas tienden a aislarse, rigidizar sus posturas y a cortar las vías de comunicación.
Aquello que impide compatibilizar posiciones y que suele propiciar las condiciones para que surjan los conflictos son, a menudo, la falta de habilidades de comunicación, los celos profesionales, una actitud polarizada y competitiva, actitudes abusivas y malos tratos y una total desconfianza hacia el otro. En tanto que a nivel personal, la poca aceptación del otro puede deberse a la falta de seguridad en sí mismo y a una baja autoestima.
Cuando se produce este tipo de situaciones, se hace necesario dar –a los menos– tres pasos cruciales: (a) ser capaces de reconocer la existencia de un conflicto, (b) tomar conciencia de que hay metas y objetivos comunes que deben cumplirse, y (c) la necesidad de solicitar la ayuda de un asesor externo experto que haga las veces de mediador entre las partes en disputa.
Tanto es así, que en Europa y Estados Unidos existen los llamados “Programas de Asistencia al Empleado” (PAE), cuyo objetivo es ofrecer a las empresas planes de prevención y apoyo a los trabajadores, con la finalidad de mejorar la productividad y el clima laboral, al mismo tiempo que favorecer la calidad de vida de los colaboradores.
Cuando se dan los pasos arriba indicados y, paralelamente, se busca la ayuda de un asesor externo, entonces se elevan notablemente las posibilidades de resolver satisfactoriamente los conflictos, recuperar el buen clima laboral perdido y elevar los niveles de productividad, tanto a nivel individual como así también grupal.