Cuando reír… se convierte en la mejor medicina

Por Dr. Franco Lotito C.  –  www.aurigaservicios.cl – Académico escritor e investigador (PUC-UACh)

“Un día sin reír es un día desperdiciado” (Charles Chaplin, actor, humorista, compositor, guionista, director de cine y escritor de origen británico).

 

Numerosas investigaciones han demostrado de manera inequívoca que la risa es capaz de prevenir una serie de enfermedades que afectan al ser humano. Es más: a la risa podríamos visualizarla  como el mejor “prevencionista de riesgos”, ya que se hace presente donde quiera que haya una persona dispuesta a reír y, además, es un elemento que resulta ser totalmente gratis.

Dar unas buenas carcajadas de manera habitual y cotidiana representa el arma más perfecta y poderosa para eliminar el estrés, la depresión y también para fortalecer el sistema inmunológico. La razón para aseverar lo arriba señalado, se debe al hecho que los científicos han podido comprobar “que la risa es el mejor promotor de la relajación” y cuando una persona está relajada, el “organismo produce en forma natural un neurotransmisor llamado serotonina”, una sustancia química necesaria para que la comunicación entre las células nerviosas y el cerebro se agilice y, paralelamente, se produzca una estabilización y una mejora del estado de ánimo del individuo.

Al revés: cuando se activa una sobreproducción de prolactina en la glándula pituitaria o hipófisis –conocida como la hormona de la tristeza u hormona del llanto– se exacerban los estados de tristeza y melancolía. En este sentido, cuando el organismo se encuentra sometido a un elevado nivel de estrés o está sobrecargado de tensión, los circuitos cerebrales acusan una falta de serotonina, alterando la comunicación entre las neuronas y, en consecuencia, se altera el equilibrio orgánico.

Los risoterapeutas aseguran que mientras más se ría la persona, menos tensiones se acumulan en el organismo. La terapia de la risa se fundamenta en el hecho que el sistema inmunológico es extremadamente sensible a las emociones. Si la persona es afectada por un problema repentino o por una repetición de dificultades que alteran su ánimo, ello puede provocar una baja inmunológica, lo que, a su vez, conduce a: (a) un mayor riesgo de trastornos cardíacos, (b) una marcada tendencia a sufrir de hipertensión arterial, (c) presencia de trastornos estomacales y hepáticos.

Por el contrario, los terapeutas aseguran que la alegría, la risa y la felicidad actúan de modo totalmente opuesto: fortalecen el sistema inmunológico y previenen una serie de enfermedades.

Muchos de los actuales estudios acerca de los beneficios de la risa partieron de la experiencia personal del periodista y escritor Norman Cousins, quien, en su libro “Anatomía de una enfermedad” relata los efectos de la risoterapia a partir del momento en que a Cousins se le diagnosticó que era portador de una enfermedad grave y muy rara, a saber, “espondilitis anquilosante”, trastorno que implicaba una deficiencia en la producción de colágeno, sustancia que es responsable de dar sustentación a la piel, que en el caso de Cousins, se reflejaba en que el tejido que protegía su columna vertebral se estaba desintegrando, con severas consecuencias: se le agarrotaban las articulaciones hasta tal punto, que llegó un momento en que apenas se podía mover, condición a la cual se sumó que la quijada se le quedó trabada, le aparecieron nódulos por todo el cuerpo y los médicos tratantes le señalaron que le quedaban tan sólo unos pocos meses de vida, ya que no se conocía ninguna persona que hubiera sobrevivido a la enfermedad.

Sin embargo, Norman Cousins, no se dio por vencido e hizo la siguiente reflexión: si los estados de ánimo negativos influyen químicamente para acelerar las enfermedades, ¿podían los estados de ánimo positivos retrasarlas y/o eliminarlas?

Dado el hecho que Cousins –como buen periodista que era– había leído una serie de artículos acerca de la influencia de las emociones sobre el sistema endocrino –especialmente desde el punto de vista químico–  tomó la firme decisión de someterse a su propia curación, decisión que lo condujo a incluir en su rutina diaria durante las siguientes semanas un hábito sorprendente: el uso del humor y la risa.

En función de lo anterior, durante el período en que estuvo internado en un hospital, Cousins se propuso combatir el alto nivel de estrés que estaba experimentando su organismo con el hábito de ver películas cómicas de Charles Chaplin, los hermanos Marx, los Tres Chiflados, el Gordo y el Flaco, etc. Después de ver estas películas, Cousins constató que podía dormir algunas horas sin experimentar ningún dolor. Asimismo, su enfermera le leía chistes y cuentos de humor, y sucedió que el estado físico del periodista iba mejorando cada día: comenzó a recuperar la movilidad de sus articulaciones, el dolor lo fue abandonando hasta el punto que pudo comenzar a jugar golf, montar a  caballo y tocar el piano. Para sintetizar el caso de Norman Cousins: este paciente se recuperó totalmente de su grave enfermedad y vivió 26 años más.

Señalemos finalmente –sólo para reflexionar en torno a este tema–  lo siguiente: si una persona pudo recuperarse de una enfermedad degenerativa verdaderamente mortal con algo tan simple como el uso del humor, la risa y algunas vitaminas, ¿por qué razón no podríamos nosotros hacer lo mismo que hizo este paciente? El objetivo sería uno solo: poder superar trastornos como una depresión, una hipertensión arterial o una sobrecarga de estrés a través del uso, precisamente, del humor, la risa y un espíritu jovial y positivo. Pues bien, vale la pena pensarlo un poco.

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