La empatía: una capacidad que no ha sido desarrollada sólo por los seres humanos
Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos sido capaces de aprender a vivir juntos como hermanos” (Martin Luther King, ministro y activista bautista, asesinado por defender los derechos civiles de las personas de raza negra).
Hasta hace muy poco se creía que la empatía, es decir, aquella capacidad que tiene una persona para identificar y comprender las emociones y sentimientos de los demás, y que implica la participación afectiva de una persona en una realidad que es ajena a ella, era sólo propia, única y exclusiva de los primates, incluyendo a los seres humanos.
Sin embargo, un equipo de científicos de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, liderados por la Dra. Inbal Ben-Ami Bartal, demostró que esta tesis es incorrecta, ya que en una serie de experimentos lograron que un grupo de ratas liberaran de sus jaulas a otras de sus iguales al verlas angustiadas, aun cuando por sus acciones de liberar a dichas ratas no recibieron recompensa alguna.
Los investigadores aseguran que no se trató sólo de un “contagio emocional” en el que un animal experimenta las emociones de otro, sino que simple y pura empatía que permite a un animal “ponerse en el lugar del otro manteniendo su propia perspectiva y separación emocional del hecho”.
El “contagio emocional” en los animales se relaciona con el siguiente hecho: si un animal se muestra feliz y contento, es habitual y/o normal que el resto de su grupo adopte la misma emoción, debido al llamado “efecto espejo”, algo que también sucede con los seres humanos.
Ahora bien, con la finalidad de medir los efectos y conductas empáticas, los científicos entrenaron durante varias sesiones a un grupo de ratas para que aprendieran a abrir un contenedor por fuera, luego de lo cual, encerraron a otras ratas dentro de esas jaulas. Los investigadores se dieron cuenta que los animales entrenados liberaban a sus compañeras de las jaulas porque reconocieron su angustia. Es más: fueron capaces de mantener la calma suficiente para abrir la reja, en lugar de paralizarse o correr sin rumbo fijo alrededor de la misma.
Es preciso hacer notar, que las ratas no abrieron las jaulas que estaban vacías o que contenían comida u otros objetos, pero sí aquellas jaulas que tenían a otras ratas, aun cuando no se les permitió socializar con ellas después de liberarlas, algo que es una recompensa bien establecida en otros experimentos.
Pero eso no fue todo: las ratas fueron capaces de compartir con sus compañeras que habían liberado un puñado de chips de chocolate, aun cuando pudieron habérselas comido solas.
Los resultados observados indican que el comportamiento pro social es, evolutivamente, mucho más antiguo de lo que se pensaba y que se extiende más allá de los primates.
Otro hallazgo que llamó mucho la atención de los investigadores fue que las hembras fueron las que abrieron más las puertas que los machos, lo que es consistente con el hecho de que las hembras demuestran ser más empáticas que los machos, tanto en el caso de los simios y monos como así también en el caso de los humanos.
La Dra. Peggy Mason, otra de las científicas que participó en el estudio, señala que “las mujeres pueden ser más empáticas que los hombres, debido a que el origen del proceso evolutivo de la empatía se cree que está arraigado en la relación madre-bebé”.
En el caso de las ratas, el 100% de las ratas hembras que participaron en el experimento ayudaron a abrir jaulas donde se encontraban encerradas algunas de sus compañeras, contra un 71% de los machos, lo que para los investigadores era una clara demostración que las hembras eran más empáticas que los machos. Por otra parte, el 61% de las veces las ratas libres compartieron la mitad de la comida recibida con las ratas liberadas.
En un experimento con perros, se los puso dentro de escáneres cerebrales para ver cómo reaccionaba el cerebro de los perros ante las voces humanas, con resultados que sorprendieron a los científicos, ya que los “cerebros de los perros respondían exactamente igual que los seres humanos al escuchar voces humanas”, al comparar estos resultados con cómo respondía el cerebro humano al escuchar las mismas voces, ya que en los animales se activó la misma región cerebral que en los humanos, siendo esta la primera vez que, según el Dr. Attila Andics, autor del estudio, se encontrara “este tipo de respuesta en un no-primate”. Aquí podría estar la clave por la que los perros son capaces de sintonizar con los distintos estados de ánimo de sus dueños.
La idea que trasciende de estas investigaciones es que, del mismo modo en que nosotros somos capaces de darnos cuenta cómo se encuentra el estado de ánimo de un amigo tan sólo escuchando su voz, los perros tendrían, asimismo, desarrollada esta misma capacidad para entender a los seres humanos.
De igual forma, otras investigaciones realizadas con elefantes asiáticos dieron como resultado que estos elefantes son “capaces de empatizar con los sentimientos de sus semejantes”. Uno de estos estudios que quiso investigar las respuestas a la angustia en elefantes asiáticos, mostró que estos animales tienen “la habilidad de ponerse en el lugar de un semejante cuando lo ven en apuros e incluso se ofrecen a proporcionarles consuelo”.
Ante tantas pruebas que demuestran que los animales son también capaces de experimentar angustia, miedo, alegría, afecto, etc., bueno y altamente recomendable sería que la especie humana cambiara radicalmente su forma –a menudo irresponsable, brutal y violenta– de tratar a los animales. De ahí que el filósofo de origen alemán Friedrich Nietzsche aseverara que los “monos eran demasiado buenos para que el hombre pudiera descender de ellos”.
No por nada, Mahatma Gandhi, político, pensador y abogado indio, aseguraba que “la grandeza de una nación y su progreso moral podían ser juzgados por la forma en que sus animales son tratados”.