Trastorno depresivo: mucho más que tristeza, pena y sentimientos de vacío

Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

Las alteraciones del ánimo –como lo es una depresión o sufrir una crisis de angustia– pueden afectar de manera grave nuestro sistema inmunológico y hacernos enfermar seriamente, en tanto que emociones como la alegría, la felicidad, un estado interno de armonía, etc., fortalecen nuestro sistema inmune, nos mantienen saludables, e incluso, están en condiciones de prolongar nuestra vida.

Es preciso tener presente, que “el sólo hecho de volver a recordar situaciones tristes y/o negativas del pasado liberan en nuestro organismo las mismas hormonas y sustancias biológicas destructivas como las provocadas por una condición de estrés: adrenalina, noradrenalina, cortisol”, etc.

Las miles de millones de células de nuestro organismo están constantemente respondiendo a los estímulos que recibe nuestro cerebro desde el exterior, procesando toda la información, experiencias, pensamientos, etc., para, a continuación, internalizarlas y metabolizarlas de acuerdo con el tipo de emociones a las cuales están asociadas.

En este sentido, una persona que está con depresión, no sólo proyecta su tristeza, su pena y su desesperanza hacia afuera, hacia terceras personas que la observan, sino que todo el ser interior de la persona se remece por completo frente a diversas emociones negativas, alterando completamente el equilibrio interno.

Por otra parte, “un cerebro alterado por emociones negativas comienza a producir hormonas y neurotransmisores de acuerdo con la interpretación que hace la persona de la situación que le toca vivir”. Si la interpretación es negativa, los neurotransmisores producidos estarán en consonancia con la experiencia vivida, ya que cuando la experiencia es de corte negativo se alteran el equilibrio y el metabolismo de nuestro cuerpo, es decir, se alteran, entre muchas otras cosas, el apetito, el ciclo de sueño, el nivel de energía interno, el sistema inmunológico, el estado de ánimo de la persona, etc.

Incluso más: las plaquetas sanguíneas se ponen más viscosas y más propensas a formar grumos exponiendo al organismo a trastornos y/o coágulos en el sistema circulatorio que puede afectar cualquier órgano del cuerpo.  El médico de origen indio Deepak Chopra señala que hasta las lágrimas que producen nuestros ojos como resultado de una vivencia negativa contienen trazas químicas que son diferentes a las lágrimas que son producto de la alegría.

Teniendo en cuenta lo anterior,  el “perfil bioquímico negativo de un individuo puede ser modificado de manera profunda, si la persona logra serenarse y adoptar una actitud o postura de tranquilidad y de paz interior”.  Estos datos han sido científicamente comprobados y confirman la necesidad de utilizar nuestra conciencia para “moldear” el organismo sano que necesitamos.

Es así, por ejemplo, que el proceso de envejecimiento prematuro puede ser neutralizado a través del uso de distintas fórmulas, tales como experimentar momentos de alegría, de felicidad, o bien, a través de la realización de actividad física o la práctica de la risa.

¿Le interesa saber cuál es el estado de su cuerpo hoy? Pues en ese caso, haga recuerdo de aquello que pensó y sintió en el día de ayer.

¿Quiere saber ahora cómo estará su cuerpo mañana? Entonces observe, controle y gestione sus emociones y pensamientos en el día de hoy, y procure que unas y otros sean de carácter positivo.

Si las personas tienen presente estos factores, y abren sus mentes y cerebro a esta nueva realidad, entonces lo más probable, es que de esa forma evitarán una serie de enfermedades que pueden afectarlas seriamente. El Dr. Chopra asegura que la medicina está dentro de nosotros –específicamente, en nuestro poderoso cerebro– pero que, lamentablemente, no la estamos usando, ya sea por desconocimiento, por desidia, por flojera o por simple ignorancia. Las enfermedades, generalmente, vienen desde nuestro interior y tampoco nos estamos dando cuenta de ello. Basta pensar, que somos nosotros, quienes, por distintas razones, nos hacemos una úlcera o propiciamos el desarrollo de un cáncer.

Distinto es el caso del trastorno depresivo persistente, un trastorno que suele comenzar a una edad temprana, ya sea en la infancia, la adolescencia o en la juventud y puede prolongarse durante mucho tiempo. Existen algunos factores que aumentan el riesgo de desarrollar el trastorno depresivo persistente, entre los cuales cabe mencionar los siguientes: (a) tener un familiar consanguíneo de primer grado, como padre o hermano que sufra un trastorno depresivo mayor u otros trastornos depresivos, (b) si ocurren eventos estresantes o traumáticos en la vida de la persona, (c) rasgos de personalidad que incluyen negatividad, baja autoestima, ser demasiado dependiente, ser muy autocrítico, pensar siempre que ocurrirá lo peor, (d) tener antecedentes de otros trastornos de salud mental, como por ejemplo, trastornos de personalidad.

Si bien se desconocen las causas, el trastorno depresivo persistente puede deberse a más de una causa, tales como:

  1. Diferencias biológicas: las personas presentan cambios físicos en el cerebro.
  2. Neuroquímica cerebral: las investigaciones señalan que experimentar cambios en los neurotransmisores pueden desempeñar un papel importante en la depresión.
  3. Rasgos hereditarios: el trastorno depresivo persistente es más común en personas, cuyos parientes consanguíneos también tienen esta afección.
  4. Eventos de la vida: al igual que en la depresión mayor, altos niveles de estrés, eventos traumáticos tales como sufrir un accidente o enfermedad grave, la pérdida de un ser querido, haber sufrido abuso sexual, etc., pueden desencadenar en algunas personas un trastorno depresivo persistente.

No obstante todo lo anterior, el ser humano es la única criatura en la superficie de la Tierra que está en condiciones de transformar su biología por medio de aquello que siente y piensa. Nuestros pensamientos son capaces de modificar las células de nuestro cuerpo, ya sea para buscar su sanación, o bien, para enfermarnos físicamente a través de las llamadas enfermedades psicosomáticas, es decir, aquella sintomatología física relacionada directamente con motivos o factores psicológicos, a raíz de lo cual, nuestro cuerpo se resiente por la influencia psicológica, la que termina por agravar los propios síntomas físicos, y los síntomas físicos aparecen para ocultar, de alguna manera, la angustia emocional que estamos experimentando.

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