La familia: núcleo fundamental para la formación de valores

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl

Conferencista, escritor e investigador (PUC)

Cada 1° de junio se celebra el Día Mundial de las Madres y los Padres, y cuando hablamos de la institución que representa la familia, no se puede menos que coincidir con el filósofo, poeta y escritor español George Santayana, cuando decía que “la familia era una de las obras maestras de la naturaleza”, cuando éstas funcionan en concordancia con aquello que la sociedad espera de ellas, en lo que a la formación de valores se refiere.

La familia representa un espacio primordial de seguridad y la base fundamental para la construcción de la identidad de una persona, de su autoestima, así como de los esquemas de convivencia social que guiarán su devenir por la vida en la sociedad donde esté inserto el sujeto.

El Dr. Christian Skoog, representante de la UNICEF y experto en Salud Pública, asegura que “la familia es el medio natural para el crecimiento y el bienestar de los menores, el lugar ideal donde los niños comienzan a descubrir el mundo, a relacionarse con los demás, a interactuar con el entorno  y a desarrollarse como seres sociales”. Es el mejor lugar donde los menores pueden experimentar una sensación de seguridad, protección, cuidados y la confianza suficiente para encontrar el apoyo que necesitan.

Es por esto, que la familia debe promover el desarrollo y educación de los menores bajo un marco de valores y principios que les enseñe a respetar las múltiples diferencias durante su proceso de crecimiento hasta que se conviertan en adultos responsables por medio de los recursos, conocimientos, habilidades y los valores recibidos a fin de que puedan enfrentarse con éxito a los retos y desafíos que le deparará la vida.

Todas las personas son seres sociales que asumen y adoptan una serie de valores –o antivalores– dependiendo del tipo de familia en la cual nacen, crecen y se desarrollan. Aquí yace, justamente,  el valor de las familias funcionales, aquí reside su capacidad de crear un ambiente protector para sus integrantes, un hogar con cimientos fuertes donde se transmiten los valores, ideas, sentimientos, creencias y buenos hábitos.

La familia es el lugar donde los menores aprenden las estrategias necesarias para enfrentar y solucionar los problemas con los que se toparán a medida que crecen, aquí aprenden a regular sus impulsos y emociones, a ponderar las decisiones que tomen en la vida –con sus riesgos y consecuencias– y, por sobre todo, a sobreponerse y recuperarse de las crisis y situaciones adversas de la vida.

En aquellas familias donde se entrega amor, donde se enseñan valores, donde se promueven normas de comportamiento y límites claros, y se establece una comunicación de carácter funcional, los menores desarrollarán actitudes de respeto y buen trato hacia los demás, de respeto a los sentimientos y derechos de los otros. En este sentido, si se educa a los menores en el amor y en el respeto a todas y a todos, basados en la dignidad, comprensión y la aceptación, los menores se convertirán en  adultos responsables de sus actos, libres y autónomos, con una mayor capacidad para disfrutar de su vida y eso, sin duda alguna, lo podrán, posteriormente, legar a sus propios hijos e hijas.

El Dr. Skoog destaca asimismo, que este “papel de la familia está sustentado por la evidencia científica que demuestra cómo el desarrollo físico, neurológico y afectivo de todo niño o niña se da adecuadamente cuando los cuidadores atienden de manera oportuna sus necesidades y, además, les brindan apego, afecto y cariño”. Esto es particularmente relevante durante los primeros años de vida de los menores, ya que es la etapa cuando éstos desarrollan el 80% de su cerebro, razón por la cual, la estimulación de los menores resulta ser un proceso crucial y clave.

Ser padre o madre no siempre resulta ser una tarea fácil. Los niños no vienen con un manual de instrucciones, a raíz de lo cual, los adultos tienden a repetir los patrones de crianza recibidos de sus progenitores, en función de lo cual es crucial tener muy presente que no todo padre, madre o cuidador ha crecido con patrones de crianza cariñosos y respetuosos, y puede requerir del apoyo a fin de evitar la negligencia y el abuso físico y emocional.

Asimismo, resulta importante recordar que –de acuerdo con el Dr. Skoog– algunas familias llevan una existencia bajo “constantes amenazas: pobreza, desempleo e inseguridad económica –incluso inseguridad alimentaria–, falta de apoyo de la familia más amplia o de redes de apoyo y servicios, violencia intrafamiliar o comunitaria, enfermedades crónicas y discapacidades”.

Es por esto, que en aquellos entornos familiares seguros, los menores necesitan de amor, cariño e interacciones de confianza por intermedio de relaciones directas que van variando de acuerdo con la edad. Durante los primeros años se trata  de hablarles, de cantar con ellos, de ofrecerles afecto y cercanía, en tanto que más adelante es importante interactuar con los menores a través del juego, del acompañamiento y de la guía a través del ejemplo.

En definitiva, el valor de la familia radica en la importante tarea de preparar a hijos e hijas para ser mejores cada día y reconocer sus habilidades y actitudes con la finalidad de fortalecer aquellas capacidades, destrezas, hábitos y formas de conocer el mundo, donde la violencia y la agresión sin sentido no tienen cabida.

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