Estrés versus ansiedad… ¿Cuál es la diferencia?
Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservivios.cl – Conferencista, escritor e investigador (PUC)
“No es el estrés lo que nos mata, sino cómo reaccionamos ante él” (Dr. Hans Selye, considerado el padre de los estudios sobre el estrés).
“El temor agudiza los sentidos. La ansiedad los paraliza” (Dr. Kurt Golstein, psiquiatra y neuropsicólogo).
Aun cuando el estrés y la ansiedad suelen caminar muy juntos, entre ambos conceptos –de acuerdo con lo que señala el Dr. Ketam Hamdan, un estudioso y un experto en salud mental– existe “una serie de grandes diferencias”, al mismo tiempo que una “serie de síntomas comunes”, que bien vale la pena hacer un esfuerzo conocer y reconocer, ya que ello puede ayudar a una persona a cuidar su salud mental, e incluso, a salvar su vida, al estar en condiciones de tomar algunas medidas de prevención.
Lo primero que es preciso hacer, es señalar las características de cada uno de los conceptos y a continuación describir aquellos síntomas comunes a cada uno de los trastornos.
En este sentido, el estrés, puede ser tanto de corto plazo (o agudo), como así también de largo plazo, es decir, cuando el estrés se “apropia” de la vida del sujeto, se extiende por meses y “se torna crónico”. La inmediata consecuencia, es un aumento elevado de cortisol, el cual, provoca inestabilidad emocional, lleva a las personas a estar más irritables, a manejar mal las emociones y a tener conflictos con los demás, y si permanece durante mucho tiempo, la persona comienza a “somatizar, es decir, sin proponérselo, el sujeto convierte el malestar emocional en un síntoma físico”, a raíz de lo cual, los perjuicios en la salud pueden ser bastante graves. En este caso, el elemento, hecho o suceso que gatilla el estrés, es algo que es conocido por la persona. Revisemos algunos de estos factores:
- Se gatilla por intermedio “de una causa externa al sujeto”, tales como: un examen, una entrevista laboral que se visualiza difícil, una fecha considerada límite para la entrega de un trabajo o proyecto, un conflicto interpersonal de carácter grave, etc., en cuyo caso, se habla de “distrés”, es decir, a la persona le resulta difícil hacerle frente a una determinada situación, sintiéndose agobiado y desbordado por ella.
- También puede ser un “estrés positivo” o “eustrés”: el hecho de ganar un gran premio, recibir una importante distinción, convertirse en padres, etc., genera una sobre excitación en la persona, en este caso, de carácter positivo.
- El estrés puede acompañarse de frustración, desesperanza, malhumor, enojo, de un sentirse abrumado por las circunstancias (pérdida del empleo, tener deudas que la persona no puede pagar, sufrir de una enfermedad grave como un cáncer, ser objeto de un severo accidente, de un asalto, etc.).
- Desaparece cuando el asunto o situación que lo provocó es eliminado.
Por otro lado, la ansiedad puede ser “un sentimiento o sensación que presenta un carácter continuo”, cuyo elemento desencadenador, a menudo, es desconocido para la persona, y es un sentimiento que va acompañado de preocupación y miedos intensos, excesivos y continuos ante situaciones cotidianas. Ahora bien, la ansiedad puede ser un indicador de una enfermedad subyacente cuando los sentimientos se vuelven excesivos, están presentes en todo momento e interfieren con la vida cotidiana de la persona. La ansiedad puede ser la precursora de un ataque de pánico. Revisemos algunos de estos factores:
- Se desencadena por intermedio de un proceso de percepción interno vinculado a una amenaza, una duda permanente que la persona es incapaz de resolver o por algo que resulta ser incierto y difícil de describir por parte del sujeto, en cuyo caso, se habla de “ansiedad flotante”.
- El sujeto puede experimentar sentimientos de inquietud o una sensación de gran cansancio o agotamiento.
- La persona tiene pensamientos intrusivos o invasivos de manera recurrente que no puede controlar.
- Experimenta nerviosismo y sudoración constantes.
- La sensación de inquietud perturba la vida de la persona de manera muy marcada.
- La persona experimenta miedo generalizado y preocupación excesiva por todo lo que lo rodea (sensación de “desamparo en un mundo hostil”).
- A menudo requiere de algún tipo de terapia o medicación.
Revisemos a continuación, los síntomas comunes a ambos trastornos:
- Los latidos del corazón se aceleran, la persona puede experimentar taquicardia (con más de cien latidos por minuto), sufrir palpitaciones, opresión en el pecho o malestares torácicos.
- Experimentar inquietud, sentirse tenso, presentar agitación, desasosiego, preocupación excesiva.
- Presentar respiración agitada, tener la sensación de falta de aire o de ahogo.
- Sufrir de insomnio, despertar temprano y no poder volver a dormirse.
- Presentar problemas estomacales, síndrome del intestino irritable, gastritis, úlceras estomacales.
- Sufrir dolores de cabeza, jaquecas persistentes.
- Presentar irritabilidad, experimentar sentimientos de rabia, descontrol.
De ahí, entonces, la importancia de ser capaces de identificar y reconocer ambos conceptos, con la finalidad de poder enfrentarlos y superarlos de la mejor forma posible.