El inigualable cerebro infantil

Por Dr. Franco Lotito C. –  www.aurigaservicios.cl, Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

“La atención y el amor son los nutrientes principales para el desarrollo del cerebro del niño” (Dr. Daniel Siegler, neuropsiquiatra, autor del libro “El cerebro del Niño”, junto a Tina Payne Bryson, una experta en educación infantil).

El día 22 de julio de cada año se conmemora el Día Mundial del Cerebro y no existe una mejor forma de celebrarlo que hablar acerca del extraordinario cerebro infantil, especialmente, porque hasta hace poco tiempo atrás, se creía que los bebés eran “seres irracionales” con un cerebro totalmente en blanco debido a que tenían un pensamiento y una experiencia muy limitados, es decir, eran algo así como una “tabula rasa”, donde todo estaba por escribirse.

Hoy en día, por medio de los sofisticados equipos tecnológicos –entre ellos, los equipos de resonancia nuclear magnética y las impresionantes imágenes que entregan “en vivo”–, sabemos que el cerebro infantil es “insuperable en cuanto a células, actividad cerebral y conexiones neuronales, cuyo nivel de actividad duplica al cerebro de un adulto”.

La errónea percepción que se tenía del cerebro infantil ha cambiado radicalmente, por cuanto, la Dra. Alison Gopnik, autora del libro “El filósofo entre pañales”, demuestra a través de un innovador estudio, que los “niños pequeños aprenden más y más rápido que los adultos, son más creativos e imaginativos, y tienden a experimentar el mundo que los rodea de forma más intensa que los adultos”.

Esto tiene una explicación lógica, racional  e, incluso, cuantificable: los niños pequeños tienen más neuronas a disposición, cuentan con más conexiones que los adultos y hay menos sustancias químicas que frenen, detengan o inhiban las actividades de sus circuitos cerebrales y conexiones nerviosas.

Esta condición del cerebro infantil, es la que explica que los bebés y los niños pequeños sean capaces de aprender una enorme cantidad de datos, hechos e información en lapsos de tiempo relativamente cortos.

Estos bebés y niños pequeños están en condiciones de manejar con gran maestría diversas técnicas y habilidades, tales como hablar –aprender y entender– diversos idiomas, dibujar el mundo que los rodea, o aprender a caminar, tres desafíos muy complejos.

A diferencia de los adultos, quienes necesitan desconectarse del resto del mundo para focalizarse y concentrarse en un aspecto determinado  de la realidad con la finalidad de poder trabajar de manera productiva, a los bebés esto se les hace imposible, por cuanto su cerebro está en permanente actividad, siendo inundado por múltiples estímulos que lo mantienen atento ante todo aquello que le llega desde el mundo exterior.

Hoy se sabe, que esta cualidad tan propia de los primeros años de vida de un niño es absolutamente imprescindible para que aquellas personas dotadas de talentos puedan desarrollar su creatividad y potencial, buscando soluciones novedosas a los problemas que van enfrentando día tras día.

En la medida que el bebé va explorando su entorno e interactúa con las personas que le están cerca, miles de millones de neuronas se activan, transmitiendo, en un constante ir y venir, impulsos nerviosos que fortalecen una diversidad de circuitos cerebrales o redes neuronales. Sin embargo, y esto es muy importante de tener en cuenta: si se comete el grave error de no enriquecer o estimular lo suficiente el cerebro del bebé a medida que crece, se produce un fenómeno irreversible llamado “poda neuronal” o “poda neural”, es decir, aquellas redes que no son utilizadas o que no son suficientemente estimuladas, simplemente mueren.

Es recomendable que los padres, tutores y profesores tengan muy en cuenta algunos datos que entregan los científicos y expertos en la materia. Revisemos estos datos:

 

  1. Hasta los tres años de vida del niño se crean más vías nerviosas de las que se destruyen.
  2. Entre los tres y los diez años la creación y desaparición de redes neuronales se equilibra.
  3. A partir de los diez años mueren más vías neuronales que las que se crean.
  4. Desde los tres años de edad hasta la etapa de la pubertad, el cerebro tiene el doble de actividad que el cerebro del adulto.

 

Por lo tanto, resulta una verdadera tragedia humana cuando –por descuido, desinterés, negligencia o simple indiferencia–, ese tremendo potencial que existe en esta potente máquina de aprendizaje del cerebro infantil, se pierde inútilmente, sin posibilidades de revertir el resultado final. No existe, por cierto, en la naturaleza otra especie, cuyos hijos nazcan más desamparados y dependientes de sus padres, y que requieran de más tiempo de dedicación y cuidado.

El punto clave consiste en enriquecer el ambiente en el que se desenvuelve el niño, hacerlo dibujar, leerle en voz alta hasta que esté en condiciones de hacerlo por sí mismo, animarlo a jugar y explorar su entorno, sin forzar a los niños a utilizar determinados juguetes si lo que quieren es jugar con una caja de cartón, por cuanto, el valor educativo y motivador de un juguete viene dado por el uso que le dé el niño y no por el alto costo que tenga el juguete.

Recomendable, también, es restringir las horas que los niños pasan frente al televisor, así como también reducir el uso indiscriminado de  celulares, iPods, tablets, computadores, etc., y en su lugar entusiasmar a los niños para que salgan a jugar al aire libre, por cuanto, el cerebro de estos niños se beneficiará a través del ejercicio, las actividades físicas y del aumento del flujo de oxígeno en la sangre, que luego llegará a alimentar a sus cerebros.

Destaquemos, finalmente, la estrecha relación que existe entre Neurociencia y Educación, por cuanto, los avances en Neurociencias han demostrado las conexiones existentes entre las emociones, el pensamiento racional, el medioambiente y la toma de decisiones que cada persona realiza a lo largo de su vida, hasta el punto de revolucionar nuestra comprensión del rol que juegan en la educación y su efecto en el cerebro.

La idea de fondo, es “transformar de manera dinámica a la Educación”, para que se observe y se respete cómo aprenden los niños, con “el fin de que puedan florecer seres humanos completos, felices, inteligentes y armoniosos”.

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