El placer de matar: sicarios, asesinos en masa y asesinos en serie

Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Conferencista, escritor e investigador (PUC)

Como nunca antes en la historia de la humanidad, cada día aparecen nuevos sicarios, asesinos en masa y asesinos en serie. Pareciera ser otro negativo resultado de la supercivilización propia del siglo XXI, especialmente, en Estados Unidos y en algunos otros países que parecen incubarlos, también en serie.

El FBI, una institución norteamericana especializada en la persecución de este tipo de individuos, tiene distintas clasificaciones: “asesinos por entretención”, “asesinos a sueldo” o “hitmen” (sicarios), en tanto que los expertos en el tema específico de los “asesinos por entretención” los llaman, simplemente, “asesinos en serie”.

En todo caso, cualquiera sea el nombre que se les otorgue, estos sujetos representan una desviación del típico maníaco violador u homicida. En las últimas décadas se han multiplicado y su número no para de crecer.

De acuerdo con declaraciones muy recientes de Paul Holes, el criminalista que logró atrapar a Joseph James DeAngelo, el “asesino del Golden State”, quien durante 34 años permaneció impune mientras violaba y asesinaba a 106 menores, mujeres y hombres, habrían alrededor de 2.000 asesinos sueltos solo en Estados Unidos, acechando en las sombras y a la caza de nuevas víctimas.

Por otra  parte, los “sicarios” o “asesinos a sueldo” son sujetos que, además de no experimentar ningún tipo de emociones o sentimientos de culpa por matar a otras personas –independiente de quienes sean–, reciben un pago en dinero por cada uno de sus asesinatos, en tanto que los “asesinos en masa”, llamados también “kamikazes”, son individuos que al sentir mucha frustración, rabia y/o presión sobre ellos se descompensan y matan a todos quienes se les ponen por delante, y actualmente, se han constituido en una noticia que tiene un carácter casi habitual para Estados Unidos, donde un determinado sujeto –ya sea un adolescente o un adulto– ingresa a un colegio, a una universidad, o bien, se parapeta en un edificio armado hasta los dientes, y comienza a disparar y a matar a todo aquel que entra en la mira de su arma, se trate de un niño, de una mujer, de un adulto o de un anciano, hasta que es apresado o es ultimado por la policía de un disparo.

Sin embargo, el caso de los “asesinos en serie”, propiamente tal, es distinto: estos sujetos matan al azar y por placer, y durante varios años son capaces de escapar de sus persecutores e investigadores, mientras los cadáveres de sus víctimas se apilan por decenas, e incluso, por centenas.

Emblemática es la figura del asesino en serie Henry Lee Lucas  –un vagabundo tuerto, décimo tercer hijo  del matrimonio de una prostituta y de un sujeto alcohólico– quien se pavoneó de haber asesinado a más de 360 personas entre la zona del Atlántico y la zona del Pacífico en Estados Unidos, utilizando todos los medios imaginables: arma blanca, estrangulamiento, mutilación, decapitación, etc.

O el  caso de Luis Alfredo Garavito, un pederasta, asesino en serie de niños y agresor sexual colombiano conocido como “La Bestia” o “El Monstruo de Génova”, entre otros varios apodos, y que violó, torturó y asesinó a 172 menores de edad, aunque se cree que en el lapso de cuatro años –de 1992 a 1996– pudo haber asesinado a más de 300 personas, ya que no sólo mató y asesinó en su país natal Colombia, sino que también lo hizo en Venezuela y en Ecuador.

El FBI estima que cada año más de 5.000 personas mueren víctimas de asesinatos como los cometidos por Henry Lee Lucas y Luis Garavito. Ahora bien, si se hace una comparación entre los “asesinos en masa” y los “asesinos en serie”, en los últimos años la Interpol ha identificado a unos cincuenta asesinos en masa, en tanto que sólo en Estados Unidos, la policía ha buscado y ha aprehendido a más de 140 “asesinos por entretención”.

Los  datos que se desprenden de los Informes forenses y de diversos estudios de especialistas en este tema y que se basan, asimismo, en las biografías de los culpables de estos asesinatos, surgen tres causas o síndromes básicos para explicar su despiadado comportamiento. Revisemos cuáles son:

  1. Casi todos los asesinos en serie “han sido víctimas de padres que los trataron brutalmente desde muy pequeños”, aprendieron lo que es golpear, torturar, asesinar y haciendo uso de una violencia sin límites, viendo a hombres –incluyendo a sus propios padres biológicos– golpear, violar y/o asesinar a sus madres.
  2. La idea de renacer está en el trasfondo de muchos asesinos en serie. Los expertos señalan que “el asesino debe poseer y destruir a la víctima, tal como él fue poseído y destruido durante su infancia”. Conseguir la confianza de sus víctimas para luego traicionarlas, los llena de satisfacción. Algunos de los asesinos seriales confiesan haber alcanzado un orgasmo en el momento del crimen.
  3. Casi sin excepción, son hombres y mujeres que han “alimentado por años violentas fantasías eróticas, que gustan de ver cine de terror y pornografía sádica”, a raíz de lo cual, llega un punto en el que la fantasía se impone por sobre la realidad, y los deseos del asesino(a) se desatan en una ola de furia, ira y lujuria.

Ted Bundy, quien es el autor confeso de haber asesinado a más de cuarenta muchachas y niñas durante un lapso de ocho años, hablaba de sus víctimas como “muñecas” o “títeres” como una forma de cosificarlas y utilizarlas para sus fines de violación, tortura y asesinato. Por otra parte, Ottis Toole –un homosexual sádico, acusado de violación, asesinato y canibalismo– quien confesó haber asesinado, al menos, a cincuenta muchachos en un lapso de quince años, declaró sin titubear ante sus interrogadores que “para mí, matar es como fumar: un hábito más”.

Se estima, asimismo, que un buen número de asesinos en serie son camioneros, una actividad que les facilita viajar largas distancias en cortos períodos de tiempo y, de este modo, poder cometer crímenes en distintos estados o regiones y despistar así a la policía.

Finalmente, es preciso señalar que las nuevas tecnologías que hay a disposición de cualquier persona, pueden funcionar como un arma de doble filo, ya que podrían servir a los asesinos para atraer y aislar a sus víctimas a través de Internet.

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