Día mundial del medio ambiente
Por Cristian Canales-Aguirre – Investigador Centro i-mar, Universidad de Los Lagos
En el año 1973 se creó el Día Mundial del Medio Ambiente, esto, a través del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que ha sido una plataforma global para concienciar y movilizar acciones frente a diferentes desafíos tales como el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. A nivel mundial, muchas personas han participado para impulsar cambios en hábitos y políticas, recordando en esta fecha que el momento de actuar es ahora.
Cuando alguien dice “medio ambiente”, usualmente pensamos en paisajes, especies y ecosistemas. Pero detrás de todo eso está la diversidad genética: la variedad de genes dentro y entre las poblaciones de animales, plantas y microorganismos. Esta diversidad genética es la que permite que las especies se adapten a diferentes cambios como sequías, olas de calor o contaminación. Proteger el medio ambiente no es solo conservar lo visible, sino también es preservar la diversidad genética que sostiene la vida en nuestro planeta.
Nosotros Universidad de Los Lagos, como universidad pública, tenemos la responsabilidad de generar conocimiento que contribuya a enfrentar los desafíos ambientales. Desde nuestras aulas, laboratorios, y centros de investigación como el Centro i~mar, contribuimos estudiando la diversidad genética de diversas especies de nuestra región y otras regiones del país, muchas de ellas afectadas por el cambio climático y la presión humana. Esta información es esencial para diseñar estrategias de conservación, manejo sostenible y adaptación. Pero también formamos profesionales capaces de integrar la ciencia con la toma de decisiones, y trabajamos junto a comunidades para que ese conocimiento se transforme en acción.
En nuestra región de Los Lagos, así como en la Patagonia chilena, los efectos del cambio climático ya son visibles: aumento de la temperatura en lagos y ríos, floraciones de microalgas nocivas, especies exóticas que alteran ecosistemas nativos y pesquerías cada vez más vulnerables. Frente a esto, estudiar la diversidad genética local no es un lujo científico, es una necesidad urgente. Cada especie, cada población, guarda información clave sobre cómo ha sobrevivido, migrado o resistido en ambientes extremos. Esa información genética puede marcar la diferencia entre la extinción local y la adaptación. En este contexto, nuestros esfuerzos por comprender y proteger esta diversidad son también una forma de cuidar a las comunidades humanas que dependen de esos ecosistemas.
En este Día Mundial del Medio Ambiente, no basta con conmemorar: es momento de comprometernos. Como universidad pública en el sur de Chile, nuestra responsabilidad es doble. Debemos generar conocimiento riguroso, pero también contribuir a una sociedad más informada, participativa y consciente del valor de su patrimonio natural y genético. La diversidad que aún conservamos —visible e invisible— es nuestro mejor escudo frente a la incertidumbre climática. Protegerla requiere ciencia, pero también voluntad. Porque la sostenibilidad no se construye solo en los laboratorios o en las políticas públicas, sino también en las decisiones cotidianas de cada persona.
Que este día sea un punto de partida. Un recordatorio de que, incluso desde territorios sureños, podemos aportar a un planeta más justo, resiliente y vivo.