La Honestidad: la mejor capa de superhéroe en el servicio público

Por Judith Guajardo Escobar – Directora Trabajo Social, U.Central

En tiempos donde la desconfianza ciudadana hacia las instituciones crece día a día, urge recordar que la mayor virtud en el servicio público no es el poder, el cargo o el prestigio: es la honestidad. Porque en este ámbito, ser íntegro no es una opción, es una responsabilidad.

La meritocracia debe prevalecer por sobre la lógica de los favores políticos. No podemos seguir aceptando que cargos claves sean ocupados por designaciones partidistas solo para llenar una silla. El conocimiento técnico, la experiencia en terreno y la vocación de servicio deben ser los pilares sobre los que se construya una administración pública robusta y confiable.

Hoy vemos cómo quienes conocen desde dentro el funcionamiento institucional han sido clave para denunciar malas prácticas: licencias médicas otorgadas como favores, complicidades gremiales, jefaturas que amparan el silencio y una cultura del miedo que ha perpetuado actos antiéticos. Lo que antes se comentaba en voz baja en los pasillos, hoy comienza a salir a la luz. Pero no basta con denunciar: hay que transformar.

Por otro lado, también es cierto que muchos funcionarios trabajan en condiciones precarias, con bajas remuneraciones, escaso reconocimiento y liderazgos deficientes. En muchas ocasiones, son ellos quienes dan la cara ante los reclamos del público, mientras los responsables de gestionar los recursos o de exigirlos, no asumen su rol como debieran.

Entonces, ¿qué debemos cambiar en el servicio público? Mucho. Pero partamos por lo esencial: comprender que lo público es de todos. Que son principalmente las personas más vulnerables quienes acuden al Estado en busca de apoyo. Y que quienes trabajan o hemos trabajado, en este ámbito debemos hacerlo con una mezcla de vocación y profesionalismo.

No se trata de creerse un superhéroe por trabajar en el Estado, sino de actuar como tal sin arrogancia. De cubrirse con una capa invisible tejida con honestidad, preparación constante y compromiso con el bien común. De entender que no somos una planta esperando ser regada desde arriba, sino semillas que deben crecer con fuerza propia, porque de nuestros frutos depende el futuro de un país que clama por justicia y acción real.

Menos promesas, más acciones. Menos slogans, más ética. Porque al final, los que más pagan las malas decisiones, la inacción y la negligencia del aparato público, son siempre los mismos: los que menos tienen.

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *