El caso de Sister Hong no es solo un escándalo: el engaño digital y la vulneración a la información privada jugaron un papel clave

Millones de usuarios en las redes sociales no han parado de difundir imágenes y videos de Jiao, un hombre chino de 38 años de edad que no solo se hacía llamar Sister Hong, sino que se disfrazaba de mujer para engañar a más de 237 hombres para concretar encuentros íntimos -aparentemente “desinteresados”- con ellos. Sin embargo, el hecho deja un precedente en la era digital.

El caso es un escándalo en China, pero no solo por los hechos en sí: se investiga el riesgo de salud pública por posibles contagios de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y la grave exposición de imágenes privadas de las víctimas para obtener ganancias monetarias.

De acuerdo con Martina Lopez, investigadora en Seguridad Informática de ESET Latinoamérica, este caso es una prueba de lo que en ciberseguridad se conoce como catfishing, pues la creación de una identidad falsa, cambios en el aspecto físico y la modulación de la voz fueron claves para que Sister Hong pudiera atraer a los hombres, a quienes contactó a través de aplicaciones de cita. Además de peluca y maquillaje, Jiao usaba filtros para cambiar su apariencia, logrando así que el engaño fuera más creíble.

Los 237 hombres que llegaron a su hogar fueron grabados sin su consentimiento, y estos materiales audiovisuales luego eran vendidos por Jiao en grupos privados que él mismo administraba. Pero ese contenido no solo quedó allí, ya que cientos de imágenes y videos (muchos explícitos) se viralizaron en las redes sociales en todo el mundo, al punto de que se crearon memes que navegan por todo Internet. Otro grave error en el uso indebido de la digitalización.

“El caso de Sister Hong nos expone conclusiones importantes en ciberseguridad, ya que es un ejemplo clave de cómo podemos ser expuestos sin darnos cuenta. En China existe una ley de Protección de la Información Personal que estipula como delito, entre otros, grabar actos sexuales sin el permiso de la otra persona. Hablamos de una acción grave y por eso esta persona hoy está detenida. Pero se destapa una realidad que no solo se vive en ese país, sino en todo el mundo: hay un mal y peligroso uso de la tecnología”, comenta López.

Lo que se sube a Internet queda en Internet

El testimonio de una de las víctimas de Sister Hong, crucial en la investigación, es un ejemplo del daño que puede causar la difusión de imágenes privadas de una persona. Y es que aunque se eliminen las fotos y videos que subimos a Internet, esto ya dejó una huella permanente en la red.

“Es difícil que en Internet no quede registro de un contenido publicado. Volviendo al ejemplo de Sister Hong, desde que se conoció el caso existen millones de fotografías, videos y memes que circulan por todo la red. Desde publicaciones en Instagram, X y TikToK, donde además se ha visto contenido explícito en una plataforma que también es consumida por menores de edad. Por ello, es de suma importancia la acción de padres y cuidadores para evitar que este tipo de contenido llegue a los más pequeños”, dijo la investigadora de ESET Latinoamérica.

Desde ESET mencionan cuatro factores frecuentes por los que una foto o video personal no se elimina completamente de Internet:

Capturas de pantalla y descargas. La masividad, instantaneidad y facilidad de guardado, hace que usuarios en distintas plataformas puedan almacenar  contenido audiovisual en pocos segundos, antes de que sean eliminadas del sitio original.

Reenvíos masivos. Luego de la difusión de un material, puede existir un reenvío masivo hacia otras cuentas y plataformas a una velocidad que es imposible de controlar. Exactamente como ocurrió con los materiales de Sister Hong.

Copias en servidores de terceros. En muchos casos, los videos e imágenes pueden quedar alojados en sitios webs, servidores espejos o plataformas anónimas donde no hay posibilidad de ejercer un control para que sean eliminados.

Indexación en motores de búsqueda. Aunque el contenido original sea eliminado, los buscadores pueden conservarlo en su caché o historial por un tiempo indefinido.

“Antes de compartir una imagen privada, aunque creamos que es un entorno seguro, hay que estar conscientes de que, al usar una plataforma en Internet, dejará una huella para siempre. En medio de una convulsionada era digital, se vuelve imprescindible ser ciudadanos activos en seguridad digital para construir una cultura responsable, lo que implicaría habilitar o reformular leyes que generen un impacto importante en la difusión de contenido personal”, finaliza la experta.

Los contenidos con connotación sexual divulgados sin el consentimiento de una persona constituye una violación a la privacidad a nivel mundial y generan daños muy significativos e irreversibles en las víctimas.

Los 237 hombres que vieron su intimidad difundida no son las únicas víctimas en el mundo. Miles de personas, incluidos niños, han atravesado o experimentan una situación similar por el uso indebido y malicioso de las redes sociales, aplicaciones de citas y de las tecnologías.

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