18 de octubre: Despertar y dignidad del sur. Por Daniela Carvacho Díaz, profesora de Historia, parte del comando Que Chile Decida Fresia.
No son 30 pesos, son 30 años. Nos costó tanto encontrarnos, no volvamos a soltarnos. Hoy es 18 de Octubre y se cumple un año de la revuelta iniciada por estudiantes, secundarios y secundarias que nos convocaron a la desobediencia civil y a no aceptar más lo injusto.
Ese día el gobierno de Sebastián Piñera decidió cerrar todas las estaciones del metro, dejando a miles de trabajadores y trabajadoras en la calle, a la deriva, sin poder volver a sus hogares. Y en la calle fuimos multitud, y de la multitud nació la protesta.
Esta revuelta fue inédita por su amplitud, intensidad, masividad y sobre todo, por su diversidad, porque lo que comenzó en Santiago, rápidamente se multiplicó en cada comuna y en cada región del país. Entonces ya no eran solo los estudiantes secundarios de algunos liceos emblemáticos, o los universitarios, ya no era solo Santiago, era la gente común y corriente de las periferias y del centro, del norte y del sur, de todas las edades, de todos los rincones de Chile.
Acá, en la región de Los Lagos, todas las comunas tuvieron movilizaciones. En Fresia recorrimos la plaza, marchamos por las poblaciones y realizamos cabildos para discutir sobre el estallido social, y lo mismo sucedió en Puerto Varas, Purranque, Osorno, Llanquihue, en todas partes, porque aunque nuestros problemas sean diferentes, responden a las mismas injusticias. Y fue por esas injusticias que nos movilizamos, nos miramos y volvimos a llamarnos pueblo. Es así, que estas movilizaciones han sido también un despertar de memoria, memoria de las resistencias contra la dictadura, memoria de la Unidad Popular.
Fue la fuerza inusitada de las protestas, lo que hizo posible que hoy estemos a una semana de un plebiscito histórico que nos permitirá poner fin al legado de la dictadura y comenzar a escribir una Nueva Constitución, pero a costa de cientos de mutilados oculares y miles de personas presas políticas de la revuelta, y esas violaciones a los derechos humanos, no las podemos olvidar.
En este país nuestros derechos no existen porque han sido mercantilizados para que unos pocos lucren con nuestras vidas, en este país la impunidad reina desde la primera autoridad hasta el último carabinero, y todo esto tiene que cambiar. Por eso necesitamos una constitución nacida de la democracia, que nos permita construir un Chile de justicia, derechos y dignidad, una constitución plurinacional, feminista, ecológica, que consagre nuestros derechos y proteja nuestras libertades, una constitución nacida desde los territorios, que responda a las realidades regionales, pues es fundamental conocer la realidad sobre la que se quiere legislar. Saber, por ejemplo, que en nuestra región hay pobreza, falta trabajo, mucho abuso y alcoholismo, conocer los efectos de la devastación ambiental producto de la contaminación de las aguas y deforestación del bosque nativo, experimentar la falta conectividad y lo difícil que es el acceso a la educación, la falta de especialistas y el deterioro de la salud pública, todo eso tiene que considerarse, porque son esas las injusticias que nos movilizaron e hicieron posible una Nueva Constitución.
A un año de la revuelta, se siente el abandono de parte de un Estado centralista, pero también se siente nuestra voz. El llamado es a seguir organizándonos, y este 25 de octubre, con carnet, mascarilla y lápiz azul, ir a votar para seguir avanzando en la senda que abrimos hace un año atrás.