Máximos timoneles de Fundación Las Rosas San Vicente de Paul y Conapran agradecen aportes en reciente campaña de recolección de fondos.
Casi sin darnos cuenta llegamos a octubre, mes especialmente dedicado a recordar y valorar a las personas mayores que este año han debido soportar una dura prueba de vida, con la pandemia por coronavirus. En el caso de los hogares para adultos mayores, estas difíciles circunstancias han demandado grandes esfuerzos y recursos para proteger a nuestros residentes.
Desde la llegada de esta crisis supimos que el camino sería complejo para nuestras fundaciones, y más aún para los hogares más humildes del país, muchos de ellos ubicados en sectores aislados o remotos donde existen menos redes de apoyo. Respondiendo al llamado fraterno que nos inspira, nuestras tres instituciones, reconocidas por su trayectoria, se unieron de forma inédita para realizar durante el mes de agosto la gran Colecta Mayor; ya no solo por nuestros residentes, sino por muchos más hermanos mayores desvalidos que necesitaran de nuestro apoyo. Nos transformamos así en “la voz de los sin voz” y respondieron al llamado más de 100 hogares sin fines de lucro, certificados por Senama, con más 5.500 residentes, en los rincones más insospechados, desde Arica a Puerto Natales.
Gracias a la generosidad de miles de compatriotas, esta gesta de unidad y solidaridad con los más necesitados dio positivos frutos, lo que nos permite por estos días iniciar la entrega de los aportes a todos los hogares de ancianos que voluntariamente se sumaron a la campaña. Un 60% de los casi 400 millones de pesos recaudados van a centros de regiones, muchos en sectores rurales, para los cuales estos dineros significan un avance hacia una mejor calidad de vida de las personas mayores. Las necesidades son múltiples y se han incrementado en más de un 30% con la emergencia sanitaria.
Una vez más, agradecemos a todos los donantes quienes hicieron posible este esperanzador resultado. Dos grandes lecciones nos dejará esta pandemia: una es valorar aún más a nuestras personas mayores, con su inherente fragilidad y enormes capacidades; y la otra es que solamente juntos, con generosidad y compromiso, podremos entregarles la tranquilidad material y espiritual que ellos se merecen, como pieza fundamental de nuestra sociedad.