Invierno y salud mental: pacientes con dolor crónico enfrentan más desafíos físicos y emocionales
Con la llegada del invierno, el frío y la reducción de la luz solar no solo traen consigo un aumento de molestias físicas en personas con dolor crónico, sino también un impacto en su salud emocional. Ansiedad, depresión e insomnio tienden a intensificarse durante esta época, afectando directamente la calidad de vida de quienes conviven con estas dolencias.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta un 60% de las personas con dolor crónico también presentan síntomas de ansiedad o depresión. En Chile, un informe del Minsal estimó que más de 2 millones de personas sufren algún tipo de dolor persistente, especialmente mujeres y adultos mayores.
“El dolor crónico y la salud mental están profundamente interrelacionados. Cuando el dolor es constante, impacta no solo en la funcionalidad física, sino también en el ánimo, generando tristeza, desesperanza o aislamiento. Además, en invierno, la menor luz solar disminuye la producción de serotonina y vitamina D, lo que puede alterar el estado de ánimo”, explica Sofía Friedler, psicóloga de la Clínica de Recuperación de Lesiones (CRL).
Desde lo físico, el frío también puede ser un factor importante. “Las bajas temperaturas aumentan la tensión muscular y la sensibilidad en articulaciones y tejidos. En condiciones como la fibromialgia o la artritis, esto puede traducirse en un aumento del dolor y de la rigidez”, señala Nicolás Fernández, kinesiólogo especialista en patologías musculoesqueléticas de CRL. “Y cuando el cuerpo duele más, el estado emocional también puede verse afectado”, complementa.
Ansiedad, catastrofización y miedo al movimiento
Entre los factores psicológicos más comunes en estos pacientes se encuentran la ansiedad, la depresión, el miedo al movimiento (kinesiofobia), la catastrofización del dolor y los trastornos del sueño. “Pensamientos como ‘esto nunca va a mejorar’ tienden a intensificar la percepción del dolor y dificultan cualquier avance terapéutico”, comenta Rosario Zilleruelo, psicóloga de CRL.
Además, el aislamiento social —frecuente en invierno— puede agravar el malestar emocional. “Muchas personas reducen sus actividades físicas y contacto social durante esta época, lo que repercute directamente en su bienestar psicológico”, agrega Friedler.
Un enfoque terapéutico integral
Las especialistas destacan la importancia de abordar el dolor crónico desde un enfoque interdisciplinario. “Combinamos terapias cognitivo-conductuales, mindfulness, técnicas de relajación y estrategias de afrontamiento. No se trata solo de reducir el dolor, sino de entregar herramientas para recuperar la calidad de vida y el sentido de control sobre la propia salud”, señala Friedler.
También enfatizan la necesidad de no normalizar el dolor. “Que algo sea común no significa que sea normal. Muchas personas postergan la búsqueda de ayuda hasta que el malestar se vuelve muy difícil de manejar”, añade Zilleruelo.
Recomendaciones para el invierno
Para enfrentar de mejor manera esta época del año, los profesionales recomiendan:
- Mantener la actividad física adaptada al clima: ejercicios suaves en espacios cerrados o rutinas que no agraven el dolor.
- Buscar exposición a la luz natural: aprovechar las horas de mayor luminosidad, usar lámparas de fototerapia o realizar actividades al aire libre en la medida que el clima lo permita.
- Alimentarse de forma equilibrada y procurar un buen descanso: fundamentales para mantener la salud física y emocional.
- Fortalecer los vínculos sociales: mantener contacto con familiares o amigos, incluso a través de medios digitales.
- Consultar con profesionales de salud mental: especialmente si el ánimo decae o el dolor se vuelve difícil de manejar.
Visibilizar el dolor invisible
Finalmente, las especialistas hacen un llamado a considerar una visión más amplia sobre el dolor crónico. “Es importante dejar atrás el enfoque exclusivamente físico-estructural y avanzar hacia una mirada empática, integral y preventiva. El dolor crónico no solo se vive en el cuerpo, sino también en la mente, y ambas dimensiones deben ser validadas y tratadas de forma conjunta”, concluye Friedler.