El gran fraude de las élites. Por Dr. Franco Lotito C. – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh).
El sociólogo norteamericano Shamus Khan a través de un extenso estudio que llevó a cabo sobre el tema de las élites, puso en evidencia en su libro: “Privilegio: la construcción de un adolescente de élite”, que el supuesto de que las élites triunfan debido a su “inteligencia, mérito y esfuerzo personal”, es un mito absolutamente falso y sin ningún tipo de asidero o base real.
El intento de utilizar un marketing focalizado que ayuda a presentar a la élite como una “selección de individuos talentosos y esforzados que se destacan por sus méritos” y no por la “cuna” donde nacen, muy pronto –luego de escarbar un poco en la superficie– se derrumba completamente y se reduce a una vulgar alteración de la verdad, que muy pronto queda convertida en pura paja molida.
El discurso que utilizan las élites pretende mostrar la creciente desigualdad que existe en en Chile y en el mundo entre las clases sociales, bajo la apariencia de un proceso que podríamos llamar “pseudo igualdad democrática”, donde, supuestamente, ninguna persona quedaría excluida de las oportunidades para lograr el éxito, en función de lo cual, aquellos que no logran llegar a la cima, es… ¡por su propia culpa! Es decir, los pobres se merecen su pobreza, porque han sido “flojos” e “incapaces de trabajar duro”, por lo tanto, dichos pobres se han ganado el sufrimiento que implica la pobreza. ¡Tal cual!
Lo que realmente sucede, es que cuando la élite alega que ella “triunfa por mérito”, en realidad, es por los numerosos privilegios de los que gozan estos individuos, a saber: poder económico, posición social, redes de contacto, poder político, etc. Es así, por ejemplo, que la élite chilena explica que alcanza el éxito, gracias a su talento, esfuerzo y trabajo duro, pero dicha élite nunca menciona los colegios de privilegio donde han estudiado, ni tampoco la clase social –y la cuna de oro privilegiada– en la que se criaron y que les abrió las puertas, de par en par, a la vida y al éxito.
A esta gente, nunca se les oye decir que les “fue bien porque nacieron en el seno de una familia adinerada, con muchos recursos y redes de contacto”, lo que les permitió, por ejemplo, estudiar en colegios de élite como el St. George’s, Craighouse, Verbo Divino, Tabancura, etc., para luego ingresar a la Pontificia Universidad Católica, desde donde pudieron egresar sin tener que cargar con una gran mochila de deudas y con diversos proyectos pre-financiados por los padres. Lo anterior, les brinda oportunidades que otras personas no tienen –ni tampoco nunca tendrán–, ya que no obstante los grandes errores que cometen, sus contactos y el poder económico de sus familias les permiten salir adelante como si nada, cosa que no sucede con el común de los mortales.
Hace algunos años, un economista de la Universidad de Yale, Seth Zimmerman, demostró –con cifras en mano– que alrededor del 50% de los cargos más altos en las empresas chilenas lo ocupaban ex alumnos de sólo nueve colegios de élite, lo que da cuenta de una cultura empresarial hermética y cerrada que no da oportunidades a gente talentosa que pueda provenir de otra clase social, lo que determina que la “movilidad social inter-generacional” sea muy baja, por cuanto, de acuerdo con los análisis de los investigadores Javier Núñez y Cristina Risco del Departamento de Economía de la Universidad de Chile, el “hijo de un chileno rico tiene una probabilidad del 56% de continuar perteneciendo al 10% de la población con mayores ingresos”, una probabilidad, incluso, más alta que la que tienen los hijos de familias ricas europeas y norteamericanas. A tanto llegan las dificultades y obstáculos para progresar, que para el caso de los hijos de familias pobres, éstos necesitarían –al menos– seis generaciones para que uno de los suyos llegue a pertenecer a la clase media alta. Es decir, así como las familias ricas tienden a mantener sus privilegios, las familias pobres tienden a heredar su pobreza a sus hijos.
El ex ministro de hacienda, Nicolás Eyzaquirre, al recordar su paso por el colegio de élite Verbo Divino, fue muy claro cuando aseguró que “muchos compañeros de mi curso eran sujetos completamente idiotas, pero hoy son gerentes de empresas”, no obstante que Eyzaquirre nunca los vio con un libro en las manos estudiando, o realizando algún tipo de análisis que implicara el uso de sus “células grises”, salvo copiar de Wikipedia. ¿La razón de su “éxito”? El dinero, las redes políticas y contactos sociales de las familias de origen.
El profesor David Rothkopf, experto en relaciones internacionales, politólogo, periodista y ex subsecretario de Estado de EE.UU., autor del libro “El club de los elegidos: cómo la élite del poder global gobierna el mundo”, luego de observar durante muchos años a esta élite desde muy cerca y realizar un análisis muy detallado de las estrechas redes sociales que tejen entre ellos, demostró que un grupo pequeño de alrededor de 6.000 individuos pertenecientes a las élites de todo el mundo, reunían el dinero y el poder político suficiente para afectar, claramente, la vida del resto de los siete mil millones de habitantes de este planeta. El estudio de Rothkopf demostró que el poder, hoy, más que nunca antes en la historia de la Humanidad, está altamente concentrado en unas pocas manos: la élite económica, política, religiosa, militar y cultural de cada nación.
Por otra parte, una investigación de dos periodistas sacó a la luz hace algunos años atrás, que alrededor del 38% de la clase política chilena estaba emparentada entre sí: eran hijos de, tíos de, sobrinos de, nietos de, primos de, hermanos de… etc., de diversos políticos. Complementariamente, el Diario Electrónico el Mostrador publicó un artículo donde señalaba que: el “sistema de elite chileno se nutre vitamínicamente en colegios, barrios y universidades, cuya finalidad es preservar y vigorizar ciertos rasgos de identidad y de pertenencia. Dentro de los tratos sociales, la componente familiar, de grupo o de clase constituye una fuerza irresistible” difícil de vencer. A buen entendedor, pocas palabras.
Digamos, finalmente, que las familias privilegiadas, ricas y poderosas de un país, lo que hacen, es comprar ventajas para sus hijos, y algunos de los lugares donde se pueden comprar estas ventajas son las escuelas y universidades de élite –nacionales y extranjeras– que sólo un reducido puñado de familias pueden permitirse el lujo de financiar, por lo tanto –salvo muy pocas y honrosas excepciones– ¿de qué tipo de “capacidades”, “esfuerzo personal”, “mérito” o “inteligencia” estamos hablando?