La enfermedad del cáncer en tiempos de pandemia. Por Dr. Franco Lotito C., Académico, escritor e investigador (PUC-UACh).
En el mes de febrero de cada año se conmemora el “Día Mundial de la lucha contra el Cáncer” –el día 4 de febrero– y el “Día Internacional del Niño con Cáncer” – el día 15 de febrero–, una grave enfermedad que representa la segunda causa de muerte en el mundo después de las afecciones al sistema cardiovascular, con más de diez millones de personas fallecidas anualmente como consecuencia de un cáncer.
De acuerdo con datos suministrados por la OMS, alrededor de un tercio de las muertes –consideradas “evitables” por los expertos– se debe, principalmente, a cinco factores de riesgo de tipo conductual y dietético que dependen directamente del actuar de la gente: índice de masa corporal elevado, falta de actividad física, consumo de tabaco, consumo de alcohol e ingesta reducida de frutas y verduras.
Ahora bien, a raíz de la pandemia por coronavirus, diversos estudios y análisis han puesto en evidencia que a causa de las cuarentenas, encierros y el miedo a contagiarse de covid-19, miles de personas han dejado de asistir a chequeos médicos en consultorios, clínicas y hospitales, situación que se ha traducido “en una caída de un 54% de los diagnósticos de cáncer”, lo que hace temer a expertos y autoridades responsables que las muertes por cáncer se van a elevar mucho más de las que –estadísticamente– se producen cada año, y que ya son altas en Chile.
La razón es fácil de comprender: un diagnóstico tardío implica que el cáncer es detectado en fases o estadios más avanzados, lo cual significa que el pronóstico para el paciente podría empeorar y esto, a su vez, puede influir en un aumento de su letalidad, por cuanto, las intervenciones y tratamientos tienden a adquirir un carácter más agresivo e invasivo. A esto se suma otro aspecto de no menor importancia: los tratamientos se vuelven mucho más caros y onerosos para el presupuesto familiar.
Hay que pensar, que cada año se enferman en Chile alrededor de 50.000 personas de cáncer, de las cuales poco más del 50% fallece, proyectándose que al final de esta década, el cáncer –de acuerdo con un estudio contenido en el “Plan Nacional de Cáncer 2018-2028”– será la primera causa de muerte en el país.
Según los datos disponibles, hay cinco regiones de nuestro país que tienen al cáncer como principal causa de muerte: Arica y Parinacota, Antofagasta, La Serena, Los Lagos y Aysén. Antofagasta, por su parte, está considerada desde hace muchos años como una verdadera “cloaca química” a raíz de la severa contaminación ambiental producto de las explotaciones mineras, lo que ha conducido a que Antofagasta muestre una alta presencia de diversos metales pesados, tales como: manganeso, arsénico, cesio, zinc, mercurio, etc., todos ellos elementos altamente cancerígenos que explican por qué razón Antofagasta tiene –según los investigadores Andrei Tchernitchin y Aliro Bolados– “el más alto número de cáncer de pulmón y vejiga, no sólo a nivel país, sino que latinoamericano y también mundial”.
Todos estos datos posicionan al cáncer como un grave problema de salud pública, representando a una enfermedad que está considerada –culturalmente– como un perfecto sinónimo de angustia mental, mal pronóstico y muerte de la persona afectada, razón por la cual, no resulta fácil para nadie oír las siguientes tres palabras como diagnóstico: “¡Usted tiene cáncer!”.
Y dado los elevados costos involucrados en su abordaje y tratamiento, ello convierte al cáncer –considerada como una enfermedad “catastrófica”–, en un serio problema de tipo social y económico.
Muchas personas se enferman –y fallecen de cáncer– en función de las siguientes circunstancias:
- La carga genética que arrastra el sujeto.
- Las impresentables condiciones ambientales en las cuales están obligadas a vivir las personas, con altos niveles de contaminación de todo tipo: agua, tierra, aire, mar.
- El azar y la mala fortuna
- Por descuido en la realización de exámenes preventivos, o bien, por desidia personal en relación con evitar factores de tipo conductual y dietético que pueden generar un cáncer, conductas previamente mencionadas.
Digamos finalmente, que todos los programas o acciones preventivas, ya sea que surjan por parte del Estado o que se concreten por iniciativa de privados, son altamente necesarios y se requieren con suma urgencia. ¿Su principal objetivo? Evitar que aumente aún más la tasa de cáncer en Chile y que más personas sigan falleciendo de manera INNECESARIA.