El síndrome de Asperger: ¿un sistema de procesamiento de la información diferente?
El síndrome de Asperger, cuyo Día Internacional se conmemora el 18 de febrero de cada año, está considerado como un trastorno del desarrollo infantil que se incluye dentro del espectro autista (TEA) y que afecta directamente la interacción –o capacidad para socializar– con las demás personas, ya sea que se trate de adultos o de otros niños, con una marcada resistencia para aceptar cambios en su entorno. Este trastorno afecta, asimismo, la comunicación verbal y no verbal, con presencia de inflexibilidad del pensamiento y un extremo interés de estos niños en temas que son muy específicos y absorbentes.
El primer investigador en identificar y describir este trastorno infantil fue el médico y pediatra de origen austríaco Hans Asperger en los años 50, quién acuñó el concepto “Psicopatía Autista”, que en la terminología actual corresponde al “síndrome de Asperger”, representando a un trastorno que angustia y que complica a muchos padres.
Si bien las causas del TEA no son conocidas a ciencia cierta, los diversos estudios indican, que en este trastorno del desarrollo, podrían estar interactuando algunos factores tanto de origen genético como así también de tipo ambiental, siendo un síndrome que se presenta más a menudo en los niños varones que en las niñas, en una proporción –según algunos estudios– de cuatro es a uno. Se ha observado, asimismo, que existe una correlación de tipo genética, en que el 50% de los niños con TEA tiene un progenitor –habitualmente el padre– que presenta el mismo trastorno.
Por otra parte, investigaciones de la Dra. Stephanie Seneff señalan que el síndrome de Asperger también podría ser causado por infecciones durante el embarazo, por el uso –o ingesta– de teratógenos, así como también por la exposición a diversas sustancias tóxicas y metales pesados.
En términos generales, los niños con Asperger suelen presentar un nivel de inteligencia que está por sobre el promedio de su grupo de referencia, con una extraordinaria capacidad de memoria, pudiendo destacarse en campos del conocimiento como la programación informática y las ciencias.
Entre las características que distinguen a los niños con Asperger se pueden señalar las siguientes:
- Presencia de relaciones sociales o interpersonales muy limitadas.
- Falta de empatía y sensibilidad hacia otras personas.
- No saben cómo demostrar su interés por otras personas.
- Muestran dificultades para comprender el lenguaje de terceros, interpretando dicho lenguaje en forma literal, con un pensamiento de tipo analítico.
- Desarrollo de rutinas y ciertos rituales –que repiten una y otra vez– que son poco usuales para las demás personas, mostrando, en ocasiones, movimientos corporales algo extraños y bizarros.
- Tienen dificultad para mirar directamente a los ojos de la persona con la cual interactúan.
- Su capacidad para relacionarse y socializar con otras personas es muy limitada, preocupándoles muy poco las respuestas o emociones por parte de los demás.
- Su tono de voz tiende a ser inusual y monótono, mostrando poca expresividad facial.
- Suelen ser muy perfeccionistas y muy sensibles a los pequeños detalles.
- Muestran falta de conocimiento –o respeto– por los límites relacionados con las normas sociales y de comportamiento.
El síndrome de Asperger es un trastorno del espectro autista (TEA) muy complejo, el cual, demasiado a menudo, representa un tema muy poco comprendido, aún cuando sus características y sintomatología lo hacen un trastorno menos grave que el autismo, propiamente tal.
Hay quienes señalan, por ejemplo, que el autismo no correspondería a un error en el procesamiento de la información por parte de los niños afectados, sino que, simplemente, sería un “sistema operativo diferente”.
Destaquemos finalmente, que aún cuando el síndrome de Asperger no tiene cura –a través del uso de medicamentos, por ejemplo– sí es factible llevar a cabo un tratamiento de carácter multidisciplinario con el objetivo de facilitar a las personas afectadas por TEA una armónica integración a la sociedad y –en forma paralela– mejorar de manera considerable la calidad de vida que pueden llevar como personas adultas.