La práctica de una conducta ética y moral… por parte de los animales. Por Dr. Franco Lotito C. – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh).

Diversos estudios e investigaciones científicas demuestran que, en realidad, la conducta ética y moral tiene raíces evolutivas que son muy profundas, y que son anteriores –en cientos de miles de años– a la aparición del ser humano.

De acuerdo con la etología, una rama científica de la biología y de la psicología experimental que “estudia el comportamiento de los animales en su medio natural en situaciones de libertad o en condiciones de laboratorio”,  se ha constatado que todos los animales sociales, tales como los lobos, delfines, simios y monos, han desarrollado “códigos éticos” que se han ido adaptando a través del proceso evolutivo, con la finalidad de promover la cooperación entre los miembros del grupo.

Los expertos en conducta animal, Marc Bekoff y Jessica Pierce, demostraron en un artículo científico titulado “Justicia salvaje: honor y rectitud entre animales cuando juegan”, que cuando los lobeznos juegan entre sí, estos cachorros  se ciñen –y respetan– las “normas de juego limpio”, es decir, si uno de los lobeznos muerde a otro demasiado fuerte, o bien, continúa mordiendo a un oponente que se ha tumbado sobre su lomo y que se ha rendido ante él, los demás lobeznos, simplemente, se alejarán y dejarán de jugar con el agresor que no respetó las reglas del juego.

Si esta “conducta animal” la llevamos ahora al “mundo de los humanos”, entonces nunca debería haber aparecido en la sociedad, por ejemplo, el bullying –o matonaje infantil–, el ciberbullying y otras conductas brutales por parte de niños y adolescentes que tanto daño causan –y siguen causando– a cientos de miles de otros niños, incluyendo el daño físico y la muerte de muchos de ellos. Para qué hablar de la falta de ética, comportamiento corrupto y criminal de una parte importante de las personas adultas.

Por otra parte, en los grupos de chimpancés se espera que los miembros dominantes respeten de manera absoluta “el derecho de propiedad de los miembros más débiles”. Por ejemplo, si una hembra más joven encuentra un plátano y quiere comérselo, ni siquiera el macho alfa del grupo intentará robarle el plátano a la hembra para comérselo él, ya que de acuerdo con los estudios de Frans de Waal publicados en su libro “El mono bonobo y los diez mandamientos”, si el macho alfa rompe esta norma (o regla no escrita), perderá rápidamente su posición social y será despreciado y rechazado por el resto de su grupo.

Si esta “conducta animal” la trasladamos, nuevamente, al mundo de los seres humanos resulta imposible explicar que exista gente que rompe todo tipo de reglas, leyes y normas escritas, y que está dispuesta a todo, con tal de apoderarse de cosas que pertenecen a otras personas, pasando –literalmente– por encima de estas personas con tal de adueñarse de aquello que desean, sin medir las consecuencias de sus actos y sin que les importe un rábano el enorme daño que causan a otros. Pareciera, entonces, que el egoísmo y la codicia humana prevalece por sobre cualquier otro principio ético-moral.

Ahora bien, el grupo de los simios no solo evita el tratar de sacar ventaja de los miembros más débiles del grupo, sino que a menudo, los ayudan de manera directa y activa. Frans de Waal, investigador holandés especializado en psicología, primatología y etología, relata la historia de un chimpancé macho pigmeo llamado Kidongo, el cual vivía en un zoológico de Milwaukee, Estados Unidos, y que padecía de una enfermedad cardíaca grave, lo que hacía que Kidongo fuera débil y que, en ocasiones, actuara de manera algo confusa. Cuando este chimpancé fue trasladado por primera vez al zoológico no lograba entender las instrucciones que le daban los cuidadores del zoológico. Cuando los demás chimpancés se dieron cuenta de las dificultades de Kidongo, de inmediato comenzaron a ayudarlo: lo tomaban de la mano y en un gesto de solidaridad lo llevaban a donde tenía que ir. Si Kidongo se perdía, éste comenzaba a emitir señales de temor y de angustia que hacían que otros simios acudieran prontamente  en su ayuda.

Lo llamativo del caso de Kidongo, es que uno de los principales simios que le prestaban ayuda y compañía era Lody, el macho de mayor rango en el grupo, quién no sólo guiaba y ayudaba a Kidongo, sino que además, lo protegía de un macho joven llamado Murph, que lo molestaba con frecuencia, ya que en cada ocasión que Lody advertía la conducta agresiva de Murph, rápidamente acudía y hacía huir al abusador y colocaba un brazo afectuoso y protector alrededor de Kidongo.

Si una vez más, llevamos esta “conducta animal” al “reino de los seres humanos”, sólo nos queda una pregunta por hacer: ¿dónde se perdió –o se quedó olvidada– la solidaridad, la generosidad y el respeto del uno por el otro entre los seres humanos?

Un ejemplo aún más llamativo y conmovedor de “conducta animal” es la de un chimpancé muy joven apodado Óscar, quién luego de perder a su madre, intentó sobrevivir por su cuenta, ya que ninguna de las demás hembras del grupo quiso adoptarlo y cuidarlo, por cuanto, ya tenían a sus propias crías que debían alimentar y proteger. Lentamente, Óscar fue perdiendo peso, su salud y su vitalidad. Sin embargo, cuando todo parecía perdido y hacía suponer que Óscar estaba destinado a morir, fue adoptado por el macho alfa del grupo, Freddy, quién se aseguraba que Óscar tuviera suficiente comida para alimentarse, e incluso, se preocupaba de trasladarlo, cargándolo en su espalda. Las pruebas genéticas hechas a estos dos simios demostraron que Freddy y Óscar no estaban emparentados entre sí, y sólo se puede hipotetizar que lo que condujo al viejo y huraño Freddy a hacerse cargo y cuidar del joven huérfano chimpancé Óscar, es que los cabecillas de los simios desarrollaron la tendencia a ayudar a los desvalidos, necesitados y huérfanos cientos de miles de años antes de que apareciera en la biblia el precepto de no “dañar a la viuda ni al huérfano”, o bien, mucho antes de que el profeta hebreo Amós acusara –y se quejara duramente– en contra de las élites que “oprimen a los débiles y maltratan a los pobres”.

Finalmente, si trasladamos estas “conductas animales” al reino de la especie más inteligente que ha pisado jamás la Tierra, muy pronto nos damos cuenta, que las especies animales –supuestamente “inferiores” a los seres humanos–, tienen mucho, pero muchísimo que enseñarnos en cuanto al significado y aplicación práctica de conceptos como: “conducta ética y moral”, “altruismo”, “generosidad”, “solidaridad”, “justicia”, “respeto por el otro”, “empatía” y varios otros más que tanto se echan de menos en la sociedad contemporánea.

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