Obesidad y sobrepeso: trastornos, enfermedades y consecuencias. Por Dr. Franco Lotito C., Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
De acuerdo con una investigación de la Unidad de Estudios Clínicos de la U. de Oxford, Inglaterra, publicada en la revista médica The Lancet, una de las más graves consecuencias en las personas que exceden su peso ideal por más de 20 kilos, es que se exponen “a una reducción de hasta 10 años en sus expectativas de vida”, dato que resulta ser demasiado significativo e importante como para no prestarle toda la atención que se merece.
Incluso más: en sus niveles más moderados, el sobrepeso conduce a una pérdida –en promedio– de cuatro años de vida, siendo además un factor que eleva el riesgo de generar diversos trastornos y enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad.
Los últimos datos suministrados por la OCDE deberían ser suficientes para encender las alarmas, por cuanto, de las 34 naciones pertenecientes a la OCDE, Chile ocuparía el primer lugar con el 74% de la población adulta con sobrepeso u obesidad, seguido de México con el 72,5% y Estados Unidos con el 71%.
Ahora bien, de acuerdo con un estudio de la Sociedad Española de la Obesidad, el peligro más grande que se cierne, hoy en día, sobre las personas obesas que se contagian con el virus Covid-19, es que entre el 70 y el 80% de los obesos terminan intubados y con ventilación mecánica en la U.C.I. y alrededor del 40% de los pacientes obesos fallecen.
El indicador –o herramienta– que se utiliza para determinar si una persona tiene sobrepeso u obesidad, es el Índice de Masa Corporal (IMC), ya que de acuerdo con este indicador, una persona tiene sobrepeso si su IMC es mayor a 25, en tanto que sufre de obesidad si el IMC es superior a 30. Los expertos señalan que un índice de 22,5 en un hombre y de 21,5 en una mujer daría cuenta de un peso equilibrado, ya que un IMC superior a 25, en condiciones normales y sin presencia del coronavirus, implicaría –según lo indica el estudio de la U. de Oxford– un incremento de la mortalidad en un tercio.
Es así, por ejemplo, que en uno de sus informes, la OMS señala que las personas con obesidad presentan un mayor riesgo de sufrir: accidentes cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes mellitus, cáncer de mama, cáncer de colon, dislipidemia, escoliosis, hígado graso, apnea del sueño, litiasis vesicular y enfermedades articulares (artrosis de rodillas) entre otras. Lo anterior, sin dejar de mencionar el serio golpe a la autoestima de las personas obesas, especialmente, cuando se convierten en objeto de miradas curiosas, burlas y discriminación, tanto social como de tipo laboral.
En todos los estudios realizados, el principal factor que se midió para poder hacer las comparaciones pertinentes fue el IMC, una medida práctica para determinar el grado de obesidad y que se hace por medio de un simple cálculo, a saber: el peso del sujeto dividido por su estatura elevado al cuadrado. Si tomamos como ejemplo a una mujer que mide 1,60 de estatura y pesa 57 kilos, el cálculo (57:1,60×1,60) entrega el siguiente resultado: 22.3, cifra que la deja clasificada en un rango normal, rango que de acuerdo con la OMS, “va de 18.5 a 24.9”. Si ahora tomamos a la misma mujer, pero con un peso de 77 kilos, el cálculo entrega un IMC de 30.1, resultado que la clasifica en “la tabla de la OMS como Obesidad Grado I”, condición que deja expuesta a esta persona a experimentar una o más de las enfermedades arriba señaladas.
El Ministerio de Salud (MINSAL), por su parte, considera a la obesidad como “un grave problema país” por cuanto, una de cada once muertes que se producen en Chile, es atribuible al sobrepeso y obesidad, y en nuestro país alrededor del 70% de la población sufre, lamentablemente, de esta condición.
Sin embargo, la peor noticia la entrega el informe “Estudios de la OCDE sobre salud pública: Chile hacia un futuro más sano” del año 2019, donde se consigna que “el 34,1% de los adultos son obesos y el 44,5% de los niños son obesos o tienen sobrepeso”, cifras que para nuestro país plantean un enorme desafío en salud pública, especialmente, en lo que a los niños concierne, por cuanto, a futuro, “la obesidad infantil se asocia con una mayor probabilidad de obesidad, muerte prematura y discapacidad en la edad adulta”.
La obesidad está considerada por la OMS como una grave pandemia mundial de tipo no infecciosa, por cuanto, los estudios indican que desde el año 1975 la obesidad se ha triplicado. Las estadísticas del año 2016 son reveladoras e impactantes: (a) 1.900 millones de adultos de 18 años o más tenían sobrepeso, en tanto que 650 millones eran obesos mórbidos, (b) 41 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso u obesidad, (c) 340 millones de niños y adolescentes (5 a 19 años) mostraban sobrepeso u obesidad, causando la muerte de alrededor de tres millones de personas cada año.
Ahora bien, en el año 2021, estas cifras se consideran superadas, especialmente, si se toma en cuenta que los efectos de la pandemia por coronavirus sobre la población han sido más que desastrosos como resultado de las cuarentenas, encierros, elevados índices de estrés, angustia y ansiedad, condición que lleva a la gente a consumir más alimentos de lo normal como una forma de bajar los niveles de ansiedad.
En una publicación del MINSAL –“Obesidad un problema país: evaluación sobre la ley sobre composición nutricional de los alimentos y su publicidad”– se señala otra preocupante información, a saber, que Chile sería el “principal consumidor de kilocalorías de bebidas per cápita en el mundo” superando a México y EE.UU., países que ocupan el 2º y 3er lugar, un factor que no sólo tiene incidencia en los niveles de sobrepeso y obesidad, sino que también en enfermedades asociadas como la diabetes tipo II, caries dentales, enfermedades cardíacas y gota (una forma de artritis muy dolorosa).
Tomando en consideración todo lo que se ha planteado hasta aquí, la estrategia o fórmula recomendada con la finalidad de prevenir el sobrepeso, la obesidad y otras enfermedades de carácter grave y/o invalidantes, las personas interesadas en mejorara su salud deberían evaluar seriamente el poner en práctica las siguientes medidas: (a) comenzar –y mantener– cuanto antes una alimentación que sea saludable, (b) realizar deporte y actividad física de manera regular, (c) evitar el sedentarismo y la inactividad, (d) ingerir alimentos que sean bajos en calorías, (e) evitar alimentos que contengan grasas saturadas, (f) evitar y/o eliminar de su dieta aquellos alimentos con azúcares añadidos, (g) aumentar el consumo de frutas y verduras, así como también de legumbres, cereales integrales y frutos secos, entre otras medidas favorables para la salud de las personas.