El fin de la “comezón del séptimo año”: hoy no alcanza a llegar al segundo año.
Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Si bien, es normal verlo todo de “color de rosa” cuando dos personas recién se enamoran y ambos tienen, además, la grata sensación de que todo va a salir bien en su relación, en los últimos años, el porcentaje de parejas que se separan antes de que alguna de las partes cumpla los 30 años de edad creció casi en un 20%. Los especialistas coinciden en destacar, que la “defensa de la autonomía individual”, la “lucha por el poder” al interior de la pareja, así como también la “falsa creencia de las parejas jóvenes de que no deben existir problemas ni conflictos cuando se vive en pareja” han creado una serie de dificultades y obstáculos insalvables para la sana convivencia.
Con el propósito de comprender de mejor forma esta problemática, la realidad anterior debe, necesariamente, compararse con los resultados obtenidos décadas atrás, cuando una encuesta realizada por el Centro Nacional de Estadísticas de Salud en Estados Unidos reveló que la duración promedio de la convivencia de las parejas que se divorciaron en el año 1990 era de 7,2 años. Hoy, tres décadas después, el panorama es muy diferente.
No obstante la existencia de resultados algo contradictorios, diversos estudios internacionales han sacado a la luz que la famosa “comezón” ya no aguanta hasta los siete años y estalla con gran precocidad, incluso, antes de que la pareja pueda siquiera completar el segundo año de convivencia.
Ahora bien, ¿a qué se refiere exactamente esta “comezón”? El concepto hace alusión al hecho de que hay algo en la pareja que comienza a estancarse, donde el amor y el entusiasmo del uno por el otro ya no fluye como al principio de la relación y la atracción sensual y sexual ya no es tan poderosa, en función de lo cual, van apareciendo “tentaciones peligrosas” en el camino y la fantasía de mantener una aventura con otra persona comienza a sonar con fuerza en la cabeza de uno de ellos, o incluso, en ambos.
En este sentido, los estudios demuestran que, en promedio, la satisfacción de la pareja, así como la calidad general de la relación tiende a decaer durante los primeros años en que las personas están juntas, más aún cuando la vida real –horas de trabajo agotadoras y extenuantes, estrés laboral, problemas económicos, disputas familiares, etc.– hace acto de presencia, especialmente, cuando la llegada de un hijo entra en la escena, un hecho que altera y trastoca completamente el ciclo de la relación que, hasta ese momento, existía en la pareja.
El uso del concepto “comezón” se debe a una obra de teatro del dramaturgo y guionista George Axelrod titulada “La comezón del séptimo año” (“The Seven Year Itch”) que luego se convirtió en película con la actuación protagónica de la sensual y más famosa actriz de su tiempo, Marilyn Monroe, un concepto que permaneció instalado en el imaginario popular y también en el ámbito académico, después de realizada la encuesta arriba mencionada.
La realidad demuestra que, luego de algunos años de llevar una vida en común, se inicia una etapa más rutinaria y plana, donde el “color rosa” va paulatinamente desvaneciéndose y la vida ya no parece tan divertida, rosa ni sensual como antes. Hay niños que cuidar, las deudas y obligaciones van en aumento, hay diversas labores y responsabilidades que atender, a lo que se suma el cansancio acumulado, las preocupaciones del día a día, la existencia de incertidumbre y temor acerca del futuro, todo lo cual, puede representar un certero tiro de gracia para el amor de la pareja y su deseo de permanecer juntos.
Es en este preciso punto donde la fantasía de la infidelidad comienza a hacer su aparición con mayor frecuencia, especialmente, cuando surgen en el horizonte terceros que resultan ser más seductores y atractivos que la propia pareja, algo que vuelve a encender los fuegos de la pasión de uno de ellos y que hoy –al interior de la pareja– están convertidos en cenizas, al punto, que el castillo lleno de ilusiones que se construyó al inicio de la convivencia, parece colgar de un hilo muy delgado.
En función de todos los factores, situaciones y experiencias –individuales y personales–que han sido señalados más arriba, es que surgen distintas voces e interpretaciones acerca de esta “comezón”, la que podría darse en el séptimo año de convivencia, pero también podría ocurrir en el segundo, sexto o décimo año de vida en pareja. Es por ello que se habla de “promedios”. A modo de ejemplo: estudios estadísticos de Estados Unidos ponen en evidencia que en ese país sobre el 25% de los actuales divorcios ocurren en los primeros cuatro años de matrimonio. En nuestro país, el seguimiento de parejas malavenidas que fuera realizado por la académica del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Chile, María Victoria Passache, indica que entre el 25% y el 30% de las parejas no logra superar la crisis de los dos primeros años de convivencia. Y entre aquellas parejas que asisten a terapia con la finalidad de resolver sus conflictos, el 30% tiene menos de cinco años de convivencia.
La rutina y la falta de novedad, así como la habitualidad y el trajín desgastador del diario vivir, son algunos de los tantos enemigos de las parejas que, con el transcurso del tiempo, comienzan a resquebrajar la convivencia y que provocan la famosa “comezón”.
Se sobre entiende que en estos casos, las parejas están enfrentando una crisis, es decir, cambios profundos que traen consigo consecuencias importante para cada una de las personas que conforman la pareja, debido a la manera en cómo son percibidos –e interpretados– estos cambios por cada una de las partes. Superar esta crisis –o comezón– dependerá exclusivamente de la intensidad del deseo, esfuerzo y capacidad que muestre la pareja para renovarse, revivir la pasión y volver a reencontrarse. De ahí que se diga, que donde fuego hubo, brasas quedan.