“Ociosos” en vacaciones

Por Guillermo Tobar Loyola – Académico Universidad San Sebastián

 

Para tranquilidad de todos hay que señalar que la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 dice expresamente que: “Toda persona tiene derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre”. Las vacaciones son parte importante en la vida de hombres y mujeres, no por una cuestión política sino por una cuestión de dignidad, salud mental y aprecio por la persona humana. Pero, a nadie le gusta que le llamen “ocioso” cuando merecidamente toma vacaciones o dispone de tiempo libre. Antes de sentirnos ofendido con este calificativo tal vez deberíamos reflexionar qué se entiende por “ocio”.

La palabra “ocio” la encontramos tanto en la cultura griega como en la latina. Del griego procede del término Skholè que significa “tiempo libre” del cual, a su vez, se desprende la raíz latina Schola de cuyo vocablo deriva en español “Escuela”. El término latino Otium es el equivalente al griego y designa igualmente “tiempo libre”, hace referencia a todo cuanto se puede hacer con él: aprender, oír, observar, reposar, crear u ocuparse de asuntos varios, pero siempre bajo la premisa de una auténtica libertad lejos de constricción alguna, tal cual señaló Cicerón: “No considero libre a quien no tiene algunas veces sus ratos de ocio”.

No es necesario ser erudito en la materia para concluir que el ocio no es pérdida de tiempo, ni tiempo improductivo, por el contrario, su dependencia con el concepto Escuela del que se origina la enseñanza, el aprendizaje y la lección, deja en claro que el ocio, en sentido estricto, es creación humana por medio de la contemplación. Esto hace que la Skholè (ocio) tenga un estrecho vínculo con la educación y la cultura. De hecho, Aristóteles escribió que las ciencias nacieron en aquellos países en los que se privilegió el ocio, razón por la cual el filósofo griego afirmó que Egipto fue la cuna de las matemáticas.

Descansar supone disponer de tiempo libre y si este tiempo es “ocio” en el sentido de la cultura clásica, entonces estar tendidos sobre un prado contemplando el horizonte, compartiendo entre amigos, o tomando una siesta bajo una sombra con aire costero, puede ser la oportunidad de recuperar fuerzas del cuerpo y del espíritu para continuar creando y aportando a la sociedad. Por ello ocio no significa no hacer nada, sino hacer lo que hago con voluntad clara de que, aunque descanse, duerma o reflexione, en todo momento tengo la posibilidad de ser mejor. No se trata de qué hago en ese tiempo sino de cómo lo hago. La intensidad, la actitud y el sentido que imprimo en aquello que realizo es la garantía del ocio. De tal suerte que “ocioso” es aquel que aprovecha constructivamente su tiempo libre, sea en vacaciones o durante el año. El tiempo libre se transforma en ocio sólo cuando hay libertad para crear y aportar a la cultura, por lo que mientras más creativo eres tal vez más ocioso seas.

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