Un grito de auxilio en la educación

Por Verónica Prieto Cordero, Directora de Licenciatura en Educación, U.Central

Decir que la razón define a lo humano es una premisa que sólo tiene una mirada; nos deja ciegos frente a la emoción. Considerando aquello, el papel de la educación emocional es prioritario en estos días, sobre todo con los resultados que arrojó el estudio SENDA durante el 2022, el cual evidencia un importante aumento en el consumo de tranquilizantes entre los escolares de 8vo básico a 4to medio.

La encuesta muestra múltiples factores que inciden en este consumo de fármacos. Sin embargo, al momento de intentar explicar las causas tras este negativo fenómeno, emerge el reconocimiento de las emociones y los diferentes mecanismos para sobrellevar las vicisitudes de la cotidianeidad.

En materia de educación emocional y formación profesional de los futuros docentes, estamos al debe, basta observar las mallas curriculares universitarias carentes en materia de inclusión. Cuando hacemos un análisis del currículo y su desempeño en las aulas, nos encontramos con una visión fragmentada, donde las emociones son excluidas y se exalta el desarrollo de las capacidades intelectuales del estudiantado, olvidando entonces, que cuando educamos desde la libertad y el reconocimiento emocional, consideramos la totalidad de la persona.

Necesitamos ciudadanos que vivan y convivan con sus pares. En este complejo  escenario, existe la necesidad de asumir este desafío, buscando otras formas de aprender que promuevan  un equilibrio entre las habilidades cognitivas y emocionales, una formación integral, donde el currículo y el cuerpo académico develen una nueva consciencia del conocimiento, abandonando los estereotipos marcados para clasificar a cada estudiante, los cuales también son caracterizados en la encuesta SENDA, como adolescentes que  sufren  la presión social para  intentar encajar según los diferentes patrones de conducta marcados por la sociedad.

Por lo tanto, es trascendental asumir nuevos enfoques para reevaluar los currículos universitarios, dejar de pensar en una visión unidireccional del sujeto como ser social, emocional y no solamente que necesita de formación intelectual. Estudiantes y educadores, requieren un cambio. La salud mental y emocional aún está abogando por ser escuchada.

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