¿Dónde reside el éxito en un proceso de coaching?

José Romero Yanjarí

Profesor Coaching Organizacional UCentral

En el último tiempo se han desarrollado una serie de programas de coaching como coaching sistémico, de vida, deportivo, de desarrollo personal, ejecutivo, coaching PNL, coaching coercitivo, ontológico, entre otros, lo cual indica una alta demanda por estos servicios que incluso podríamos denominar como una necesidad social.

Sin embargo, ¿por qué muchas veces estos procesos de coaching se ven frustrados, interrumpidos, abandonados o no logran los resultados que esperaban los interesados?

Podemos encontrar la respuesta en dos ámbitos, el primero es aquél que dice relación con el cliente, es decir, con la persona que será objeto del coaching, si ésta persona no está comprometida o no tiene un verdadero deseo de cambiar o mejorar, el proceso claramente no será efectivo, el coaching requiere una participación activa y un esfuerzo por parte del cliente para obtener resultados significativos.

El segundo ámbito es el que dice relación con el coach, que sin lugar a dudas es el más significativo y en quien recae una mayor responsabilidad en los resultados del proceso y por ello la Federación Internacional de Coaching ha propuesto que el coach desarrolle competencias como el cultivar confianza, desarrollar la escucha, la presencia, evocar consciencia, ayudar al crecimiento e incorporar una práctica ética, entre otras.

Pero las competencias del coach no son suficientes, debe complementarlas con una metodología que posibilite que, en cada sesión, el cliente vaya observando avances o conectando con nuevas posibilidades. A ello se le llama los “momentos de cada sesión”, es decir un momento en donde el cliente indique con total autonomía lo que desea trabajar. Otra etapa de la sesión es donde se indaga con mayor profundidad, principalmente los juicios que tiene el cliente sobre lo que trae para trabajar, en esta indagación o exploración el cliente se va dando cuenta, va aprendiendo sobre lo que quería conseguir al hacerle sentido, hasta llegar a las acciones, las que generará desde este aprendizaje y darse cuenta, conectadas a un futuro o visualización de lo que desea hacer distinto ya sea en su mundo laboral, profesional, ejecutivo o incluso familiar y personal.

Para ello es importante que el coach ayude en la generación de acciones que sean motivadoras, que le hagan sentido al cliente y que sean alcanzables.

En síntesis, esta imagen, que seguramente reside en el colectivo, de un coach que grita desde orillas de una cancha, que presiona a su cliente o lo expone ante una audiencia, creyendo que con ello genera aprendizajes, es una técnica pretérita y superada para el logro de cambios; en contraposición, tenemos  a un coach que colabora en la indagación y exploración sobre lo que el cliente desea lograr, conseguir o necesita abordar para el diseño de acciones futuras.

Al trasladar la responsabilidad al cliente no solo conlleva un profundo respeto hacia su persona y que por cierto el coach debe incorporar en su accionar cotidiano para el éxito de un proceso de coaching, sino que, además, ello conlleva el potencial que desarrolla la consciencia necesaria de que él o ella, los clientes, son los autores responsables de su vida o de sus días venideros.

El éxito del coaching reside entonces en entender que éste es un proceso de trabajo, sustentado en una metodología y en un profesional actualizado, competente y certificado que, en lo sustantivo ayuda al cliente a observar con otra perspectiva su presente y lo invita a encontrar posibilidades futuras.

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