Libertad, mérito y democracia: el caso Marcela Cubillos y la reflexión sobre el país que estamos construyendo
Por Bernardo Candia Henríquez, Alcalde de San Juan de la Costa.
En la vida pública es crucial reflexionar sobre los valores y principios que queremos para construir un país mejor. El caso de la señora Marcela Cubillos nos ofrece una oportunidad de cuestionarnos qué tipo de sociedad estamos construyendo. La situación invita a analizar si, como país, hemos enfocado nuestros esfuerzos en el “tener” por encima del “ser”. Este desequilibrio nos está pasando la cuenta, con una sociedad cada vez más polarizada y sin capacidad para entablar un diálogo constructivo.
Marcela Cubillos, abogada sin antecedentes académicos de relevancia, ha sido objeto de críticas no solo por su trayectoria, sino también por el rol que ha desempeñado en la Universidad San Sebastián. Según la información disponible, Cubillos no tiene maestrías, doctorados ni títulos adicionales; su producción académica es prácticamente irrelevante, y sus libros no son citados por sus pares ni ha publicado en revistas académicas. Aun así, llegó a percibir un sueldo de 17 millones de pesos por media jornada en dicha universidad. Un detalle que no puede pasar inadvertido es que el 35% de los ingresos de esta institución provienen de aportes fiscales, sin estar sujeta a una rendición pública transparente.
El caso de Cubillos contrasta significativamente con la realidad del mercado académico en Chile. Los sueldos de los docentes universitarios fluctúan entre 2 millones y medio y 12 millones de pesos para algunos decanos, quienes acreditan mérito académico mediante investigaciones, publicaciones y citas en el ámbito académico, además de poseer maestrías, doctorados y posdoctorados. Este panorama hace evidente que, en el caso de Marcela Cubillos, el mérito académico no es el factor determinante, sino que parece responder a otros intereses menos vinculados con el rigor académico y más con conexiones políticas o económicas.
Por otro lado, las declaraciones de Cubillos en los medios de comunicación tampoco ayudan a limpiar esta imagen. Su interpretación de la libertad como la capacidad de “hacer lo que quiero” refleja falta de humildad y pudor. La verdadera libertad conlleva responsabilidad; de lo contrario, se convierte en simple libertinaje. Cuando se ocupa un espacio de influencia pública, se debería entender que la libertad debe estar acompañada de un compromiso con el bienestar común y con los valores que nutren una sociedad democrática.
La democracia no puede ser una mera cuestión de sumar intereses y preferencias individuales, como si todo se redujera a una cuestión económica. En ese contexto, la suerte de la democracia estaría desligada de los vínculos morales entre ciudadanos, y una concepción consumista de la democracia acabaría por limitarnos a vivir en enclaves privados con quienes se parecen a nosotros, olvidando la importancia de la vida en común.
El bien común, en cambio, solo se alcanza deliberando sobre los propósitos y fines de nuestra comunidad política. Si aspiramos a construir una democracia verdadera y participativa, no podemos ser indiferentes al carácter de la vida en común. La humildad y la responsabilidad en la esfera pública son necesarias para superar los rencores y fomentar una mayor generosidad.
El caso de Marcela Cubillos no es solo un ejemplo de cómo se premian méritos cuestionables, sino un reflejo de cómo estamos priorizando los intereses individuales y económicos sobre el verdadero sentido de libertad y democracia. Si queremos una sociedad mejor, es necesario replantear nuestros valores y reflexionar sobre el tipo de líderes que queremos, aquellos que realmente trabajen por el bien común y que, con humildad, sean ejemplo para todos