No existe nada mejor que una madre cariñosa

Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl – Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)

Existe un principio en psicología que señala que los niños bien tratados, que crecen con reglas claras de comportamiento y que viven rodeados del afecto de sus madres se desarrollan más sanos física y emocionalmente y, en promedio, tienden a ser más inteligentes que los infantes que no son tratados con el necesario cariño materno, condición a la que se debe sumar la figura paterna en el desarrollo integral del niño. Se habla entonces del “triángulo familiar: hijo, madre y padre”.

Y otro importante aspecto en favor del rol que cumplen las madres en el desarrollo intelectual de los hijos: diversos estudios e investigaciones internacionales han comprobado –sin dejar mucho espacio para las dudas–, que “la inteligencia de la persona se hereda a través de los genes de la madre”, los cuales desempeñan un papel predominante en el desarrollo de aquellas áreas del cerebro de sus descendientes, responsables del coeficiente intelectual. En tanto que lo verdaderamente novedoso sería que los genes del padre podrían “estar influyendo en aquellas partes del cerebro y de la mente relacionadas, esta vez, con las emociones de las personas”.

Uno de los estudios más reveladores acerca de este planteamiento fue una investigación longitudinal realizada por la Unidad de Ciencias Sociales y Salud Pública (Social and Public Health Sciences Unit) del Consejo de Investigación Médica de la Universidad de Glasgow, Escocia. Esta investigación tomó como grupo de estudio a 12.000 jóvenes de entre 13 y los 22 años, los cuales fueron entrevistados anualmente durante un proceso investigativo de varios años. Se analizaron y cruzaron distintas variables, tales como el nivel sociocultural, el color de piel, el nivel económico, el entorno y medio ambiente de las personas, así como numerosas otras variables de estos miles de jóvenes, y se descubrió, que el indicador que mejor predijo el nivel de inteligencia de cada sujeto, fue “el coeficiente intelectual de la madre”.

Ahora bien, si vamos un poco más allá de la genética, nos encontramos con diversas investigaciones que demuestran que la madre –a través de los estímulos que entrega día a día a sus hijos– ejerce un rol relevante en el desarrollo intelectual y cognitivo de los niños. Asimismo, varios otros estudios sugieren que el apego materno, es decir, ese fuerte vínculo de afecto y confianza entre madre e hijo, está directamente relacionado con la inteligencia futura del infante.

Por otra parte, investigadores expertos en el tema de la resiliencia como el Dr. Boris Cyrulnik y el Dr. Jorge Barudy destacan en sus escritos que la resiliencia es aquella capacidad que desarrollan los niños que viven en contextos de amor y afecto, y que, en el largo plazo, se convierte en el principal factor que les permite a los infantes superar circunstancias que pueden ser difíciles, traumáticas y/o adversas.

El concepto “resiliencia” fue desarrollado por el Dr. Boris Cyrulnik, psiquiatra francés, y es un concepto que apunta a la capacidad que desarrollan algunas personas que les permite enfrentar obstáculos con una actitud optimista, siendo capaces de caerse y volver a levantarse, una y otra vez, y seguir adelante sin rendirse.

En este sentido, resulta muy difícil derrotar a una persona que no está dispuesta a rendirse. Esto lleva implícito otro elemento crucial: el hecho que la resiliencia no es un fenómeno genético, congénito ni hereditario, sino que es una cualidad que se desarrolla a través de experiencias relacionales con padres, abuelos y guardadores que rodean al infante, en función de lo cual, todos nosotros podemos ser “tutores de la resiliencia” de nuestros niños, ya que al demostrar afecto, empatía y cariño hacia una persona que es víctima de malos tratos, evitamos que ella quede encerrada en el dolor, en la rabia o en los deseos de venganza en contra de quienes le hicieron mal.

De ahí la importancia que tiene la presencia de una madre cariñosa desde que nace el bebé. Siempre se ha sabido que las muestras de afecto y cariño –especialmente, el que entrega la madre– resulta ser imprescindible en los primeros meses de vida de un bebé por la estrecha relación que dicho afecto tiene con el desarrollo del cerebro y de algunas de sus capacidades, sean éstas de tipo intelectual o emocional.

Digamos, finalmente, que el apego seguro entre una madre y su hijo, implica los llamados “cuidados maternales”, a saber: entrega incondicional de cariño, protección ante los peligros, estimulación temprana, satisfacción de las necesidades del niño, etc., todo lo cual, redunda en la entrega a la sociedad de un niño sano, inteligente y resiliente, bajo el principio que viene desde los antiguos latinos: “Mens sana in corpore sano”, es decir, una mente sana en un cuerpo sano y, para ello: ¡no hay nada mejor que una madre cariñosa!

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